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Once motivos para educar en casa

Publicado el lunes, 06 de mayo de 2013. Revisado el lunes, 06 de mayo de 2013.
Autor: Laura Mascaró
Tiempo medio de lectura: 8 minutos y 17 segundos

Una encuesta realizada por Carlos Cabo para la Universidad de Oviedo reveló que los principales motivos alegados por las familias españolas para educar en el hogar eran de tipo pedagógico.

Sin embargo, existe una gran variedad de motivos que llevan a los padres a optar por dar a sus hijos una educación fuera del sistema oficial de escolarización presencial. En no pocas ocasiones, existe más de una causa que propicia esta decisión y, además, es habitual que estas cambien a medida que avanza el tiempo. Si le preguntamos a una familia por qué empezó a educar en casa y por qué continúa haciéndolo después de cinco, diez o quince años, muy probablemente nos dará respuestas diferentes.

Exponemos aquí, sin ánimo de exhaustividad, un listado de los 11 motivos más alegados por los padres que deciden educar en casa.

1. Evitar el fracaso escolar. Este es uno de los grandes argumentos que, a día de hoy, pueden esgrimirse en una gran cantidad de países, entre ellos España. La tasa oficial de fracaso escolar ha alcanzado el 40% en el año 2012. Esto significa que el 40% de los jóvenes no consiguen titularse en Educación Secundaria a la edad de 16 años. Sin embargo, el concepto de "fracaso escolar" puede ser considerado más amplio que una simple estadística relativa a la consecución de una titulación oficial. Las universidades españolas están llenas de estudiantes que no saben escribir con la debida corrección y que tienen un bajo nivel de comprensión lectora. Debido a ello, cualquier otra habilidad de tipo académico se verá afectada de forma negativa. Para más inri, las titulaciones superiores se han devaluado y ya no son en absoluto una garantía de conseguir una óptima posición profesional: las listas del INEM están llenas de titulados universitarios. De modo que esa cifra del 40% es un dato a tener en cuenta, pero que se ha de relativizar y situar en su debido lugar, esto es, en el centro de un sistema mal llamado educativo que hace aguas por todas partes.

2. Evitar el bullying y las situaciones negativas de la escuela. Aunque no todas las familias que educan en casa son contrarias al sistema escolar en si mismo, sí es cierto que muchas de ellas ven, desde la perspectiva que da la distancia o desde la posición de la víctima, muchas consecuencias negativas que la escolarización convencional puede provocar en el desarrollo del niño. A veces, quienes lo han padecido son los padres y quieren evitar esa experiencia a su hijo. En otras ocasiones, son los propios niños quienes han sido víctimas del sistema y los padres los desescolarizan como medida de protección. Algunas de estas situaciones negativas son bastante obvias, como el acoso sufrido por parte de los compañeros de clase o el maltrato recibido por parte de los profesores. Pero hay otras situaciones cuyos efectos perniciosos pueden pasar desapercibidos a primera vista. El hecho, por ejemplo, de acostumbrarse a ser medidos (y, por tanto, valorados) en función de una nota numérica conseguida mediante un sistema de evaluación que no es adecuado para todos; el hecho de tener que someterse a la autoridad de una persona que no se ha ganado (y tal vez no se merece) el respeto ni la confianza; el hecho de que constantemente se destaquen las debilidades y errores de uno y de ser comparado según criterios que no tienen en cuenta las diferencias individuales; el hecho de tener que someterse a un currículum muchas veces alejado de los propios intereses, y un largo etcétera de situaciones que merman la autoestima del niño dejando secuelas, tal vez, para el resto de su vida.

3. Evitar un conflicto entre el trato recibido en casa y el trato recibido en la escuela. Los niños que son criados con respeto suelen tener más problemas para adaptarse a la escuela, sencillamente porque reciben un mensaje contradictorio al ser enviados por sus padres a un lugar donde se les da un trato radicalmente diferente de aquel al que están acostumbrados. De repente, el niño es sacado de un entorno donde impera el respeto y es colocado en un entorno para él hostil, en el que será sometido a un sistema de premios y recompensas, de castigos y de imposiciones. Por ello, muchos padres que adoptan un estilo de crianza con apego ven en la educación en casa la continuación natural de la forma de vida que han elegido para su familia.

4. Mejorar el vínculo padres/hijos. Para bien o para mal, el día solo tiene 24 horas. Si descontamos las horas que necesitamos para dormir, comer y asearnos, las horas que los padres pasan trabajando (o dedicándose a otras ocupaciones en las que los niños no tienen cabida), las horas que los niños dedican a la escuela (contando el tiempo que tardan en ir y venir, y el tiempo que dedican a los deberes y al estudio en casa) y las que dedican a actividades extraescolares (en las que los padres no tienen cabida), el tiempo neto que les queda para pasarlo en familia es ínfimo. Al no disponer de tiempo compartido, los padres y los hijos no llegan a conocerse en profundidad y es común que la brecha vaya agrandándose con el paso del tiempo, a medida que los niños ganan en autonomía y aumenta su tiempo de actividades lejos de los padres. Esto no sucede en las familias que educan en casa. Y tampoco sucede en los (pocos) países que tienen un sistema educativo y un sistema escolar más flexibles que, por ejemplo, los españoles.

5. Respetar el ritmo de desarrollo de cada hijo y adecuar los métodos de aprendizaje a sus características personales y únicas. Los seres humanos sabemos muy poco sobre cómo aprendemos. Pero, lo que sí sabemos, es que el aprendizaje va ligado al grado de madurez cerebral; y la madurez cerebral depende de múltiples factores. Sin embargo, los currículums oficiales vienen predeterminados para grupos de alumnos nacidos en el mismo año, sin tener en cuenta que cada individuo tiene un grado y un ritmo de maduración y de aprendizaje diferentes. El deseo de no imponer un ritmo demasiado rápido ni demasiado lento tiene un gran peso y suele ser, sin embargo, muy incomprendido. La imposición de un ritmo común para todo un grupo es una de las causas de que el nivel medio haya ido bajando a pasos agigantados, puesto que es imposible conseguir, por medio de motivaciones extrínsecas, que veinticinco niños se interesen por el mismo tema a la vez y durante el mismo período de tiempo. Respetando el ritmo del niño le permitimos experimentar la gratificación de las tareas acometidas por motivos intrínsecos, algo que en la escuela actual es imposible de conseguir.

6. Motivos académicos. Ante el bajo nivel del actual sistema escolar español (así como el de otros muchos países), hay quien busca la excelencia educativa a través de la educación sin escolarización. Para ello, se aplican modelos didácticos personalizados, se eligen los recursos que se consideran más efectivos y se establecen objetivos curriculares propios.

7. Motivos pedagógicos. En línea con el deseo de respetar los ritmos naturales de cada niño, hay padres que optan por un modelo educativo determinado pero que las escuelas no les ofrecen. La falta de variedad en los métodos pedagógicos aplicados por los centros escolares lleva a algunos padres a adaptar diferentes filosofías pedagógicas al ámbito del hogar centrándose no solo en qué aprenden los niños sino, sobre todo, en cómo lo aprenden.

8. Motivos religiosos. Del mismo modo que algunas familias eligen la educación en casa para evitar el choque de su estilo de vida con el estilo disciplinar de las escuelas, hay familias con profundas convicciones religiosas que optan por esta modalidad educativa para evitar el choque de sus valores con las enseñanzas de una escuela laica.

9. Motivos ideológicos. Alegan motivos ideológicos las familias que están abiertamente posicionadas contra el sistema escolar estatal, ya sea desde la derecha o desde la izquierda. Se rechaza la legitimidad del Estado para interferir en la educación de los niños, que se considera que compete únicamente a los padres. Ellos, y no el Estado, son quienes deben decidir qué cosas debe aprender un niño, cuándo y cómo aprenderlas. Esta posición activista no significa necesariamente un rechazo a la existencia misma de la escuela pública sino a la obligatoriedad de su uso.

10. Motivos coyunturales. Hay padres que se ven en la necesidad, a veces temporal, de desescolarizar a sus hijos aunque esta no sea su preferencia educativa. Cuestiones de logística familiar (como, por ejemplo, la incompatibilidad del horario escolar de los hijos con el horario laboral de los padres), cambios frecuentes de residencia, la necesidad de viajar de forma habitual o un problema puntual con la escuela son motivos no poco habituales de desescolarización. A veces, con el paso del tiempo, el motivo coyuntural desaparece pero la familia decide seguir educando en casa por otras razones.

11. Motivos lingüísticos. Se da habitualmente en familias bilingües y en familias que no viven en su país de origen. El deseo de mantener una o varias lenguas maternas (y otros aspectos culturales ligados al origen de la familia) en un entorno no favorable puede verse impedido por la inmersión lingüística que supone la escolarización a tiempo completo.

Sea como fuere, la decisión de educar en casa no es fácil (especialmente en una sociedad en la que esta opción educativa es prácticamente desconocida). Pero cualesquiera que sean los motivos subyacentes, estos denotan un alto grado de responsabilidad hacia el cuidado, el bienestar y la educación de sus hijos.


Sobre Laura Mascaró
Laura Mascaró Rotger es abogada, escritora, madre homeschooler y pedagoga en proceso de formación. Es además Presidenta de la Plataforma por la Libertad Educativa. Puedes encontrarla en su blog: http://www.lauramascaro.com

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