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Sobre Supernanny (2ª parte)

Publicado el martes, 18 de junio de 2013.
Autor: Ramón Soler
Tiempo medio de lectura: 13 minutos y 54 segundos

Tras el primer capítulo de esta serie de artículos que estoy realizando sobre el reality de Crianza Conductista Supernanny, me gustaría analizar, en esta segunda entrega, las causas por las que creo que este programa y las técnicas de manipulación de conducta que se utilizan en él, a medio y largo plazo, tienen muy poca efectividad en la resolución de los conflictos de las familias.

1. No profundiza, se queda en la superficie
Si analizamos con detalle a las familias que aparecen en el programa, veremos como todas ellas presentan alguna característica particular que, de no ser tenida en cuenta, nos hará perder una información vital para comprender las verdaderas causas por las que sus dinámicas familiares son tan complejas. En este sentido, me gustaría destacar la importancia, para la comprensión de estas dinámicas, que tiene el analizar a fondo la entrevista inicial que la psicóloga le realiza a los padres (en el programa siempre nos muestran algún retazo de ésta). En muchas de estas conversaciones, podemos percatarnos de cómo suelen existir grandes diferencias, entre el padre y la madre, en la concepción que tienen sobre la crianza. Diferencias, a veces casi irreconciliables, que acaban siendo fuente de enormes tensiones en la pareja, pero también, en el seno de la familia. Frases de los padres como "nosotros somos muy distintos, además, chocamos en todo", "continuamente nos estamos desautorizando, si yo le regaño (al niño), el padre me regaña a mí" o "uno dice blanco, el otro dice negro y nunca llegamos a un acuerdo", crean un mal ambiente del que los niños, la parte más débil y sensible de la familia, acaban siendo las víctimas propiciatorias.

A pesar de la importancia de estos testimonios, Rocío Ramos-Paúl, apenas presta atención a la relación de pareja, no trabaja para rebajar el nivel de tensión entre ellos o para intentar solucionar los posibles problemas de convivencia que puedan estar teniendo el padre y la madre. En realidad, la idea de unión de pareja que tiene Supernnany es la de lograr que, tanto Mamá como Papá, se comprometan a seguir estrictamente las normas que ella les propone. Según la filosofía del programa, el problema a corregir está en las conductas disruptivas que presentan los niños, por lo que todas las intervenciones de su experta se centran únicamente en lograr corregirlas.

Por desgracia, la mayoría de los psicólogos de orientación conductistas son adultocentristas, por lo que no perciben que el comportamiento del niño no es el problema, sino el síntoma de dinámicas familiares deterioradas. La solución para transformar estas dinámicas no pasa, pues, por forzar el cambio en los pequeños, sino por trabajar en profundidad con los padres en la comprensión y resolución de sus propios conflictos.

2. Todo problema tiene su explicación
Hoy en día, centrar la atención, únicamente, en la imagen del niño que tiene un enfado o un mal momento denota tener una visión muy reduccionista de la psicología infantil. Para comprender bien esta superficialidad del enfoque conductista, podríamos hacer el símil con un Iceberg del que sobre la superficie del agua, solo se ve una pequeña punta y que, sin embargo, bajo el océano, está formado por un inmenso bloque de hielo. En las dinámicas familiares, ignorar toda la masa oculta bajo el agua y prestar sólo atención al comportamiento de los niños, equivale a dejar de lado la búsqueda de las causas reales por las que se producen los problemas, desavenencias y conflictos de estas familias. Equivale a ignorar los motivos para atacar solo al síntoma que, en los niños, suele ser más visible y evidente que en los adultos.

Sin embargo, las causas por las que los niños se enfadan, se frustran, gritan, pegan, insultan, destruyen, etc. son mucho más profundas y complejas que "por problemas de comportamiento". Los problemas, evidentemente, existen; son la manifestación del malestar del niño, pero los motivos de este malestar son mucho más hondos y enrevesados. En mi ejercicio profesional, a los padres que me consultan sobre sus hijos, siempre les explico que cada una de las actitudes de los niños tiene su propia historia y sus motivos, y que el origen, con toda seguridad, podemos encontrarlo en una reacción del pequeño a situaciones difíciles vividas en algún momento desde el inicio de su vida (incluyendo los 9 meses de embarazo y la experiencia del nacimiento).

Los bebés humanos, profundamente inmaduros e incapaces, durante años, de valerse por sí mismos, nacen con unas necesidades muy concretas de cuidados y atención. Si sienten que esas necesidades no son cubiertas, buscarán, contando con los pocos recursos que poseen, comunicar a sus cuidadores la situación de peligro vital en la que se encuentran. Estos pequeños, angustiados ante su situación, que ellos comprenden, fisiológica y emocionalmente, como de extremo peligro, llorarán, gritarán o darán patadas. Algunos adultos interpretarán que estos niños se comportan así por el mero hecho de llamar la atención, pero en realidad, lo que están haciendo estos bebés es luchar por su vida con los escasos medios que tienen. La programación genética de la especie humana les dice a estos niños que si no son atendidos en sus necesidades básicas, su vida está en peligro. Además, hoy en día sabemos, gracias a las investigaciones sobre el apego, que esas necesidades no se limitan únicamente a la alimentación y el cobijo, sino que también incluyen el contacto físico y el cuidado emocional.

Forzar a los niños a cambiar sin tener en cuenta los procesos que les han llevado a comportarse como lo hacen, no es más que poner un parche para tratar de atajar el problema. Sin embargo, tarde o temprano, de otra forma, tomando otra vía diferente, la situación volverá a desbordarse. Las dinámicas familiares se solucionan desde la raíz, no desde la punta.

3. El niño no es el problema. Las dinámicas familiares sí que lo son
En la crianza de sus hijos, muchos padres repiten, sin cuestionarlas, actitudes similares a las que ellos mismos recibieron en su infancia (amenazas, gritos, insultos, desprecios e, incluso, golpes). Resulta de vital importancia comprender que las conductas violentas se aprenden y se transmiten por imitación. En muchas ocasiones, desde que son bien pequeños, los niños ya están percibiendo comportamientos violentos en su entorno. Como una imagen vale más que mil palabras, veamos el siguiente ejemplo de cómo un niño aprende e interioriza la violencia. Está extraído de uno de los programas de la pasada temporada de Supernanny.

A la hora de la cena, Mercedes (6-7 años) no quiere tomar la comida que le ponen. El padre empieza a tensarse e interviene: "Estoy harto de decirle a su madre que lo que se ponga en el plato es lo que hay que tomarse."

Cuando el padre se exaspera y decide intervenir para forzar a la niña, la madre, imperturbable, le comenta a su hija: "¿Ves? Si es que va a ser peor". Este incidente muestra la típica actitud sumisa y permisiva de una madre que consiente el maltrato y no defiende a sus hijos.

Además, el suceso fue a peor y la carga de agresividad y violencia que posteriormente recibió la niña, delante de varios millones de telespectadores, fue obscena. Asistimos a la emisión en diferido, con la consiguiente complicidad del programa y de su experta, de un sangrante ejemplo de maltrato infantil.

La escena sigue y vemos como:

El padre, con la cuchara en la mano y empujándola sobre la boca de su hija, le dice: "¡Abre la boca!, ¡Si me cierras la boca te reviento! ¡Si cierras la boca, te rompo los dientes!".Al momento, cuando la niña hace un vago intento de defenderse y apartarse la cuchara de la boca, su padre, con la cara desencajada como si estuviera a punto de estallar le grita: "¡Abre la boca!, ¡Quítame esa mano!". Ante tales imágenes de violencia, me pregunto qué será capaz de hacer este padre cuando las cámaras no estén presentes y sepa que no le están grabando.

Mientras transcurre esta dramática escena, observamos cómo la rueda de la violencia sigue girando generación tras generación cuando se escucha al hermano pequeño (2 años) repetir las órdenes del padre: "¡Abre la boca, abre la boca!"

Esta breve escena es un ejemplo drástico y clarísimo de cómo se aprende la violencia. El hijo asimila y repite las actitudes del padre. No deberíamos extrañarnos si este niño tiene enfados desmesurados en los que pierde por completo el control, grita, patalea y pega a sus padres; está repitiendo el ejemplo que ve a diario en casa.

Los niños son las víctimas de este tipo de situaciones disruptivas. Ellos, simplemente, reaccionan y transmiten su malestar a la enfermiza situación que viven en su casa, con las escasas herramientas emocionales y comunicativas que tienen (a menor edad, más básicas serán estas). Si no trabajamos en profundidad estas dinámicas familiares enfermas, no conseguiremos ningún cambio perdurable.

Por cierto, ante este ejemplo de violencia desmesurada, el único comentario que le hizo Rocío, la psicóloga, al padre fue que debía "bajar el tono". Creo no hay que ser tan condescendiente con este tipo de violencia ejercida contra los niños. La política sobre la violencia debe ser siempre de Tolerancia Cero.

4. Efecto del observador
Los físicos saben que es imposible observar el mundo subatómico sin alterarlo. Han comprobado que los fotones se comportan como onda o como partícula según la intención del experimentador. Aunque estas características del mundo cuántico son apasionantes, no dejan de crearles ciertos problemas a los científicos. De hecho, el mayor desafío actual de estos físicos se centra en la búsqueda de la fórmula que les permita evitar este efecto en sus experimentos. Algo parecido sucede en psicología cuando tratamos de observar el comportamiento humano. En nuestra disciplina, conocemos como "reactividad" el fenómeno por el cual las personas, cuando se saben observadas, modifican su comportamiento.

Cuando unos padres deciden participar en un programa de televisión para intentar resolver sus circunstancias familiares adversas, es lógico pensar que se mostrarán participativos con las directrices que les proponga la estrella mediática, o experta, enviada desde la cadena de televisión.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que tanto los padres, como los niños, saben que durante la estancia de Supernanny y los cámaras en su casa, están siendo grabados, casi continuamente, y que este material será emitido, a las pocas semanas, ante millones de personas. Esta situación tan particular suscita que todos los miembros de la familia se sientan presionados y dispuestos a colaborar con las propuestas que les hacen.

De hecho, parte de la efectividad del programa radica en esta presión que hemos mencionado. Los padres, se sienten, de alguna forma, forzados o condicionados a participar, plenamente, por todo lo que implica aparecer en un programa de televisión. También, por haber firmado un contrato y por haber sido ellos los que, en su momento, decidieron contactar con el reality para pedirles que acudieran a grabar su caso.

Si a todo esto le sumamos la aparente eficacia a corto plazo de las técnicas de manipulación de conducta (ya hemos hablado de su escasa efectividad a largo plazo y de los efectos secundarios), el éxito televisivo, el espectáculo, está asegurado. Sin embargo, dudo mucho que estos cambios se mantengan en el tiempo. Las actitudes de los padres en la crianza son fruto de patrones asumidos desde la propia infancia que están grabados en su inconsciente, en su yo interno, a un nivel muy profundo; son reacciones casi automáticas, muy difíciles de controlar de manera consciente. El pensar que en unos pocos días de intervención, se puede cambiar toda una vida de actitudes negativas y enfermizas es absurdo e irreal. Si los padres no realizan una verdadera y sincera introspección, difícilmente podrán modificar estos patrones dañinos.

En la mayoría de los casos, cuando Supernanny, pasadas unas semanas, vuelve a visitar a la familia, los padres aún mantienen algunos de los cambios propuestos por Rocío, pero en estos nuevos encuentros con la experta, siempre hay situaciones de broncas o enfados de los niños que nos hacen revivir las primeras escenas del programa (antes de que llegase Rocío). Estoy convencido de que, pasados unos pocos meses, los padres volverán a tensarse y recuperarán sus patrones antiguos, los que aprendieron inconscientemente de sus propios padres cuando eran pequeños. Los niños, como no se ha trabajado con las causas profundas del problema, volverán a sufrir a sus padres y reaccionaran, de nuevo, de forma agresiva (la única manera de comunicar su malestar que conocen).

Yo propondría a la cadena Cuatro que volvieran con sus cámaras seis meses después a visitar a las familias. Con toda seguridad, comprobaríamos cómo todo ha vuelto a la misma situación anterior y que el programa de Supernanny no produjo ningún cambio a largo plazo en las dinámicas familiares.

5. Engaños y peligros del conductismo
A primera vista, puede parecer muy tentadora la imagen de la psicología que nos muestra el programa Supernanny. En apenas 45 minutos, con unas sencillas instrucciones, la psicóloga consigue modificar los comportamientos disruptivos de los niños y acabar con los enfados, los gritos y los golpes. Esto sería estupendo si de verdad los cambios fueran estables en el tiempo y estas técnicas no tuvieran efectos secundarios, pero ya hemos comentado anteriormente que esto no es así.

Si no trabajamos las verdaderas causas de los problemas, no habremos solucionado nada. Los cambios conseguidos serán superficiales y, pasado un tiempo, cuando se diluya el efecto de las cámaras de televisión y la presión de Supernanny, las rutinas de las dinámicas violentas de la familia volverán a aparecer. Las técnicas de modificación de conducta utilizan los premios y los castigos para manipular y forzar a los niños a comportarse según los deseos de los adultos. Bajo presión, coaccionados, los niños actúan, únicamente, para conseguir un premio o para evitar un castigo. Si las verdaderas causas del malestar familiar no son trabajadas, por más que se oculten o se ponga un parche "conductual", sus efectos negativos volverán a aparecer con el tiempo, tal vez de la misma forma, tal vez abriendo una nueva vía de escape.

Además, otro aspecto que no tienen en cuenta los profesionales que aplican estas técnicas es que no son inocuas y que pueden tener graves consecuencias a largo plazo sobre la autoestima del futuro adulto. Si persistimos en la intención de manipular al niño para que nos obedezca, le estaremos forzando a doblegarse y someterse, continuamente, a las órdenes de los adultos. Estas actitudes, mantenidas en el tiempo, minarán la confianza del niño en sus propias capacidades. El pequeño se acostumbrará a obedecer a los superiores, pero también asimilará como algo natural la idea de que el adulto (o el más fuerte) es el que impone su decisión porque siempre tiene razón. Cuando sea mayor, este niño "manipulado", tendrá la propensión a someterse a personas con carácter fuerte, pero también, cuando se encuentre en situación de superioridad (siendo el padre, la madre, el jefe, el dueño,...) para él será algo natural, asimilado desde su infancia, el aprovecharse de los más débiles para abusar de ellos.

Las consultas de psicólogos de todo el mundo están llenas de personas que fueron obligadas a someterse y obedecer a los mayores en su infancia, con la consiguiente merma en su autoestima y en la confianza en las propias capacidades. En todos mis años de experiencia trabajando con adultos, nunca he conocido a nadie que acudiera a terapia con problemas por haber sido tratado con cariño y respeto cuando fue pequeño.

En nuestro blog mentelibre.es y en las charlas y talleres que doy sobre los efectos de los distintos tipos de violencia en la infancia, siempre digo que no todo está permitido en la crianza de los hijos. En psicología, el fin no justifica los medios. Por mucho que una técnica pueda dar resultados a corto plazo, debemos tener el suficiente pundonor como para reconocer que los efectos secundarios no compensan los logros obtenidos. De lo contrario, rozaríamos peligrosamente el maltrato infantil.

Hasta aquí, esta segunda entrega de esta serie de artículos sobre Supernanny. Próximamente, publicaremos un tercer capítulo en el que hablaremos sobre otras alternativas para solucionar los conflictos, mucho más globales, perdurables y, sobre todo, más respetuosas con los niños.


Sobre Ramón Soler
Ramón Soler es psicólogo colegiado experto en Terapia Regresiva Reconstructiva, Hipnosis Clínica, Psicología de la Mujer (Embarazo, Parto, Puerperio) y Psicología Infantil. En la actualidad ejerce su profesión en su propia consulta en la ciudad de Málaga (España). Más información sobre el autor en: www.regresionesterapeuticas.com y www.mentelibre.es

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