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Publicado el martes, 26 de agosto de 2014.
Autor: Laura Perales Bermejo
Tiempo medio de lectura: 10 minutos y 5 segundos
Sí, la sexualidad infantil existe. No solo existe, sino que es sana y necesaria para un desarrollo saludable. Pero antes de continuar, deberíamos hacernos una pregunta: ¿qué es la sexualidad?
Sexualidad es todo aquello que nos produce placer. Comer una fresa, escuchar una canción que nos gusta mucho. No solo está ligada al coito y a lo genital. Este concepto ha sido distorsionado, como tantos otros, por la sociedad, por lo cultural, que lo ha convertido en algo sucio, tabú, que debe esconderse, pornográfico. Esa es la sexualidad enferma que se corresponde con una sociedad enferma, y no tiene nada que ver con la sexualidad natural y sana.
La sexualidad comienza con la concepción y finaliza con la muerte. Es una fuerza vital. Un feto que habita un útero vivo, pulsátil, comienza su vida con las primeras experiencias de placer, predisponiendo su desarrollo a la búsqueda del mismo. De hecho, el embarazo, el parto y la lactancia son también sexualidad. Hay bebés afortunados que al tomar el pecho tienen los llamados "orgasmos orales", con la erección de los magoletes, unos cuerpos eréctiles situados en el borde superior de las encías en niños de pocos meses. Se ruborizan, sus ojos miran hacia arriba y sufren pequeños espasmos que a veces asustan a algunas madres que creen que son convulsiones. Nada más lejos de la realidad; esos bebés están recibiendo lo que todo bebé debería recibir a través del pecho de su madre. La lactancia también es sexualidad. Muchas madres sienten excitación al dar de mamar, una excitación sana y natural que no tiene nada que ver con perversiones, pero, al no saberlo, se asustan y piensan que son monstruos, produciéndose finalmente rechazo al dar de mamar. Otras, no llegan a experimentarla y directamente sienten el rechazo, ya que su cuerpo frena la excitación antes de que se manifieste. Estas mamás deberían saber que sentir placer al lactar es sano, para no sentirse mal al respecto.
Durante toda la fase oral, hasta los 3 años, los niños buscan el placer y exploran por medio de la boca. Tras esta fase, si todo va bien, llegamos a otra fase llamada genital, en la que los niños comienzan a tener una gran curiosidad sexual, de exhibicionismo, queriendo saber lo que tienen otros niños, papá y mamá, y comienzan a focalizar el placer que antes era oral en la zona genital. De hecho, el destete natural y por iniciativa del niño suele coincidir con este cambio de fase, de la mano de esa focalización del placer, con un padre presente, una madre que permite crecer y la socialización con otros niños a esta edad.
Como consecuencia de vivir en una sociedad enferma, las fases naturales se ven alteradas y surgen las etapas reactivas a la cultura, pasando de la etapa oral a la llamada etapa edípica y seguida por una etapa de latencia, sin llegar la etapa genital hasta la adolescencia. Freud hablaba de la universalidad de esta etapa edípica, aunque las investigaciones del antropólogo Malinowski en las Islas Trobriand desmontan esta supuesta universalidad. En estas islas de la Melanesia, no se reprime a los niños en su sexualidad, siendo la sexualidad algo sano, cotidiano y natural. Los adultos lo viven de la misma manera. El resultado es que, en estas islas, no surgen ni la etapa edípica ni la de latencia, pasando de la fase oral a la genital y, sobre todo como dato representativo, en estas islas no hay violaciones, abusos sexuales, suicidios ni casi ningún tipo de violencia. Solo un pequeño grupo de niños que son seleccionados para matrimonios concertados por tradición, que son mantenidos vírgenes hasta el matrimonio y a los que no se les permite experimentar con la sexualidad, muestran esas situaciones de violencia al ser adultos. Con ello queda patente la tremenda importancia de una vivencia sana y sin represiones de la sexualidad en nuestro desarrollo. Es más, el orgasmo tiene como función la descarga de la energía sobrante, evitando bloqueos en nuestra coraza y que esta se estanque. Sin un desarrollo sexual sano, no tendremos orgasmos o lo que creemos que lo son no serán tales.
Una de las cosas que ocurren durante la etapa edípica es que los niños se enamoran del progenitor del sexo opuesto desarrollando sentimientos de hostilidad hacia el del mismo sexo. A veces lo manifiestan diciendo que son nuestros novios, que se quieren casar con nosotras o que quieren que papá se vaya o incluso que se muera. Esto ocurre debido al modo antinatural en el que vivimos, en familias nucleares, encerrados en nuestras casas… sin vivir en tribu, que es para lo que estamos preparados. Por lo tanto, los niños no tienen acceso a sus iguales, a una verdadera socialización, ni a satisfacer plenamente su curiosidad sexual, y acaban buscando esta pareja simbólica en la figura del progenitor del sexo contrario. Hay niños que crecen habiéndose quedado fijados en esta etapa, y vemos por ejemplo a adultos que buscan como pareja a personas casadas o que ya mantienen una relación. Si esta relación o matrimonio se rompe, pierden el interés, debido a que desaparece esta reproducción del triángulo edípico que vivieron en su infancia: esa relación imposible con el progenitor de sexo opuesto que ya era pareja del otro. Que esto ocurra tiene que ver además con la escasa socialización, con la educación represora y autoritaria y con nuestras propias neurosis.
¿Cómo lo evitamos? Ofreciendo la posibilidad a nuestros hijos de vivir un "Edipo positivo referencial" (concepto propuesto por Xavier Serrano): mediante unos padres conscientes y presentes, que críen a sus hijos desde el respeto, que permitan a sus hijos tocarse y experimentar sexualmente con sus iguales, que respondan a sus preguntas con sinceridad, que faciliten a sus hijos el contacto con otros niños y la socialización con iguales a partir de los 3 años, y que sean una pareja amorosa y modelo de relación para el futuro del niño.
¿Cómo afrontar las primeras preguntas de los niños? Seguramente la primera pregunta sea de dónde vienen los bebés. Necesitan respuestas reales, claras, sin adornos ni invenciones del tipo cigüeña. Respuestas a lo que preguntan, sin extendernos demasiado, y cuando lo preguntan. Nos cuesta tanto abordar un tema que para nosotros debería ser tan natural como el comer debido a la represión que sufrimos durante nuestras propias infancias. Pero no hay nada sucio ni malo en contarles las cosas como son. De hecho, si no les facilitamos esas respuestas cuando las pidan, lo que pasará es que se enterarán igual, pero de la sexualidad que ofrece lo social: la pornográfica, la sucia, la enferma.
¿Cómo afrontar que nuestro hijo se toque? Ni reprimiendo ni alentando, afirmando. Es decir, transmitiéndole que es algo sano y positivo, con frases como "¿Te da gustito? A mí también". Si no lo permitimos, se tocará igual, pero a escondidas y sintiéndose culpable, perpetuando el ciclo. Debemos tener cuidado con nuestros gestos o miradas de desaprobación y, para evitar que sufran frustraciones fuera de nuestra casa, podemos proponerles privacidad diciéndoles que nosotros también lo hacemos así. En lo que respecta a otros niños, deberíamos permitir que experimentasen entre ellos siempre que todos estén de acuerdo y no haya diferencias de edad. Para ellos es algo inocente y puro, somos nosotros los que le robamos la inocencia a la sexualidad y a los niños.
¿Y si tiene curiosidad respecto a nosotros? Mientras el adulto no erotice, no hay problema. No estamos hablando de mantener relaciones, sino de que el niño quiere saber lo que tenemos o incluso tocarlo, con la misma inocencia que si toca cualquier otra parte del cuerpo. Nosotros somos los que lo cargamos de otro tipo de sexualidad, y eso no debe ocurrir. Si nos sentimos incómodos, es mejor que le digamos al niño que no nos apetece que por ejemplo nos mire al salir de la ducha, introduciendo de paso una enseñanza para él sobre el respeto por el cuerpo de los demás. Pero nunca debemos dar la vuelta a su curiosidad sana para convertirla en algo que sí es pervertido por nuestra parte.
Si nos pillan practicando sexo con nuestra pareja, evitemos reaccionar con sobresaltos. Si gritamos, nos tapamos o nos alteramos, estamos transmitiendo al niño el mensaje de que el sexo es algo sucio que debe ocultarse, que es algo malo. Paramos tranquilamente y sin aspavientos y aprovechamos para introducir de nuevo el concepto de privacidad diciéndole que lo que hacemos es algo privado entre la pareja y proponiéndole alguna actividad alternativa. Si no quiere irse a jugar, pintar o lo que le hayamos propuesto, tendremos que dejarlo para otro día.
Otra cosa a tener en cuenta es la diferencia que se hace socialmente entre niños y niñas. A los niños se les permite llorar menos, mientras que a las niñas se les mira peor cuando se tocan. Se dice que los niños tienen pene y las niñas no. Las niñas tienen vulva, que es igual de válida que el pene. Ambos sexos necesitan que se respete su sexualidad y su expresión emocional.
El miedo que siempre subyace bajo este tema es el abuso sexual infantil. Es algo que nada tiene que ver con la sexualidad infantil en cuanto a la connotación negativa que se le da socialmente, y que relaciona el hecho de permitirles su sexualidad con el abuso. Todo lo contrario: una sexualidad infantil sana y permitida, previene el abuso. En el abuso sexual influyen además otros parámetros, como el recibir una educación autoritaria donde el adulto siempre tiene razón y el niño acata lo que le dicen sin rechistar y sin cuestionar, o el obligar a dar besos o abrazos a los niños en reuniones sociales, con lo que además les transmitimos el mensaje de que el adulto puede disponer de su cuerpo cuando lo desea y de paso lo revestimos de que es a cambio de nuestra aprobación y cariño. El abuso tiene que ver más con el poder que con lo sexual. El niño debe saber que la sexualidad es sana, siempre y cuando se dé con niños de su franja de edad y cuando todos quieran, sin obligar a nadie a hacer nada. Un niño que tenga esto claro, que sabe lo que es la sexualidad y que sabe decir que no sin amilanarse, será presa difícil para un abusador.
La sexualidad es sana, es natural, es vivir la vida teniendo como base el placer. Vivir no es sobrevivir, y nuestros hijos merecen vida.
Referencias y bibliografía:
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Laura Perales Bermejo es madre, psicóloga perinatal, psicóloga infantil especializada en prevención, especialista en PBC (psicoterapia para adultos), presidenta de la Plataforma por la Crianza con Respeto, miembro asociado de la Es.Te.r (Escuela española de terapia reichiana), psicóloga de orientación reichiana y especialista en teoría del apego.
Documentos de Laura Perales Bermejo publicados en Crianza Natural