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Publicado el jueves, 29 de octubre de 2015. Revisado el jueves, 29 de octubre de 2015.
Autor: Patricia López Izquierdo
Tiempo medio de lectura: 4 minutos y 7 segundos
Amamantar siempre es beneficioso para las mujeres, lo cual no es sinónimo de que siempre sea placentero. Es más, puedo afirmar que a veces es sumamente desagradable. Y no me refiero a la dureza de los inicios, a las noches de alta demanda, al dolor de las heridas en el pezón o al malestar de las mastitis... Todo eso también es malo, claro, pero ya hablaremos de ello en otra ocasión.
De lo que quiero hablaros es de lo que hemos dado en llamar "la agitación del amamantamiento". (Es una traducción un poco forzada de su nombre en inglés que se publicó hace ya algunos años en este artículo: LLLI | La Agitación del Amamantamiento.)
Cuando el pequeño ya tiene entre uno y dos años de edad y la lactancia es algo normal en nuestra vida, de repente, algo cambia. Esos momentos tan bonitos, de relax y acercamiento con nuestro bebé, empiezan a resultar desagradables. La primera sensación suele ser de impaciencia, una especie de urgencia para que ¡acabe ya! Si no hay respuesta, la sensación se transforma en una especie de angustia, de ganas de gritar y de salir corriendo, algo que solo se puede definir como un verdadero rechazo visceral hacia la lactancia en sí y, por extensión, hacia nuestro hijo.
Psicológicamente, esto es algo muy difícil de digerir por una madre que ya se creía bien concienciada para dar el pecho todo el tiempo que él /ella quisiera. Si nunca has oído hablar de esta sensación, la primera reacción es de extrañeza, rabia, culpa y pena.
¿Qué es lo que ha pasado? ¿Que es lo que hago mal? ¿Ya no soy buena madre? ¿Es que amamantar a bebés grandes es malo (como todo el mundo me decía)? A menudo este rechazo coincide con molestias, hipersensibilidad o dolor en los pezones, relacionados en ocasiones con el ciclo menstrual y muchas veces con un nuevo embarazo. La mayoría de las madres que lo sufren son las que se han quedado nuevamente embarazadas y que tenían la idea de seguir amamantando a su bebé grande. Y, a veces, surge cuando ya ha nacido el pequeño y el mayor demanda pecho aun con más insistencia.
Pero las mamás de tándem no son las únicas que "se agitan". En ocasiones ocurre sin más, cuando los bebés son mayorcitos y, de alguna forma, el cuerpo se pone solo en "modo destete" para consternación de las madres, que teníamos otras ideas racionales al respecto.
Y entonces, ¿qué hacemos?
Lo primero que suele ayudar a sobrellevar la agitación es simplemente aceptarla. Nos sentimos así y no podemos negarlo ni tampoco cambiarlo sencillamente. Algunas madres deciden iniciar el destete en ese momento. Parece una opción muy lógica, y desde luego muy respetable, aunque un destete dirigido rara vez es sencillo y supondrá seguramente otros tantos retos que superar para la madre (y aun más para el bebé). Otras intentan aguantar el tirón y seguir amamantando (al fin y al cabo destetar es tan difícil), y para eso nos pueden ayudar algunos trucos o, mejor dicho, algo de la sabiduría maternal compartida:
No son soluciones mágicas, solo ideas prácticas que pueden ayudarnos. No conozco estudios científicos sobre este tema, tan solo la experiencia de muchas madres que, como yo, han pasado por esta agitación. Por eso, quiero mostrar mi agradecimiento a todas y cada una de las madres que nos lo han contado; solo el saber que "no eres tan rara" ayuda a sentirse mucho mejor, ¿verdad?
La buena noticia es que la agitación suele ser una fase más de la lactancia, así que con lo que podemos quedarnos es que ¡se pasará!
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Patricia López Izquierdo es veterinaria, IBCLC hasta 2021, asesora de lactancia y madre de 4 hijes.
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