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Publicado el viernes, 17 de febrero de 2017. Revisado el viernes, 17 de febrero de 2017.
Autor: Kathleen Kendall-Tackett
Tiempo medio de lectura: 12 minutos
Las primeras experiencias establecen el escenario de la salud física durante el resto de la vida. Reducir el estrés tóxico temprano es clave para prevenir enfermedades de adultos (Shonkoff, 2016).
La lactancia materna es una buena manera de disminuir el estrés tóxico temprano. Algunos estudios recientes han demostrado que la lactancia materna aumenta el bienestar físico y mental de los bebés, y que estos efectos van mucho más allá de la composición de la leche. La respuesta materna es clave para entender estos efectos a largo plazo. Cuando las madres responden consecuentemente a las señales de sus bebés, están estableciendo el escenario para una resiliencia permanente en sus hijos. Esta capacidad de respuesta queda integrada en la relación de amamantamiento, algo que se ve reflejado en la salud mental de los niños.
En un estudio de 2.900 madres y lactantes, se asoció la lactancia materna durante un año con una mejor salud mental infantil en todas las edades hasta los 14 años (Oddy et al., 2009). También se observó una asociación entre una mayor duración de la lactancia materna con una mejor salud mental infantil para cada aspecto de la evaluación.
La depresión materna tiene un efecto negativo bien documentado en bebés y niños. Resulta perjudicial porque afecta la capacidad de las madres para responder a sus bebés. Las madres deprimidas tienden a cortar el contacto con sus bebés, y no responden a sus señales. Los bebés experimentan este hecho de forma muy estresante. Ser criado por una madre o un padre crónicamente deprimidos puede dar lugar a efectos que perduren toda la vida (Field, Diego y Hernández-Reif, 2009; Kendall-Tackett, 2002; Weissman, 2006).
Los experimentos de Edward Tronick, en que la cara de una madre se muestra inexpresiva en todo momento, son análogos a lo que ocurre con la depresión materna. Puede ver los efectos de no responder en este interesante vídeo.
Estos efectos son duraderos. Un seguimiento durante 20 años de niños de padres deprimidos comparó a estos con un grupo equivalente de hijos adultos cuyos padres no habían padecido ninguna enfermedad psiquiátrica. Los hijos adultos de padres deprimidos tenían una tasa de depresión tres veces mayor, trastornos de ansiedad y abuso de sustancias, en comparación con los hijos adultos de padres no deprimidos.
Durante muchos años, la forma de alimentación no se ha incluido en los estudios sobre la depresión materna. De hecho, durante años, los profesionales especializados en salud mental perinatal creían que la lactancia materna era, en realidad, un factor de riesgo para la depresión posparto. Afortunadamente, ahora existen pruebas que indican que las madres que amamantan exclusivamente tienen un menor riesgo de depresión. De hecho, la lactancia materna es un factor protector de la salud mental de la madre (Dennis & McQueen, 2009; Groer y Davis, 2006; Kendall-Tackett, Cong y Hale, 2011).
Una de las razones por las que la lactancia reduce el riesgo de depresión es su impacto en el sueño. Todos los parámetros del sueño son mejores en las madres que amamantan exclusivamente en comparación que aquellas que dan alimentación mixta o biberón:
(Blyton, Sullivan, & Edwards, 2002; Doan, Gardiner, Gay y Lee, 2007; Kendall-Tackett et al., 2011)
Nuestro estudio de 6.410 madres reveló que las madres que amamantaban exclusivamente mostraban mejores medidas del sueño comparadas con las madres con lactancia mixta o que daban el biberón. Sorprendentemente, no hubo diferencias significativas entre las madres con alimentación mixta y las que daban biberón (Kendall-Tackett et al., 2011). En otras palabras, la lactancia materna exclusiva es una experiencia fisiológica diferente a la alimentación mixta. Cuando las madres complementan con biberón, pierden el beneficio fisiológico de la lactancia materna durante el sueño.
Un estudio también puso de relieve que la lactancia materna protege a los bebés cuando sus madres están deprimidas. Este estudio comparó cuatro grupos de madres: madres que estaban deprimidas (que daban el pecho o el biberón) o no deprimidas (que daban el pecho o el biberón). Se midieron los patrones EEG (electroencefalograma) de los bebés, ya que patrones anormales son un síntoma de depresión en los lactantes. Los bebés de madres lactantes con depresión presentaban patrones EEG normales en comparación con los bebés de madres deprimidas y alimentados con biberón (Jones, McFall y Diego, 2004). En otras palabras, la lactancia materna protege a los bebés de los efectos nocivos de la depresión de sus madres. La razón de este hallazgo se deriva de la capacidad de respuesta materna. Los investigadores descubrieron que las madres deprimidas y que daban el pecho no se separaban de sus bebés. No podían. Las madres lactantes miraban, tocaban y mantenían el contacto visual con sus bebés más que las madres que no amamantaban. Y eso fue suficiente para marcar la diferencia.
Las madres con un historial de abusos infantiles a menudo se sienten como si no dispusieran de las herramientas necesarias para criar a sus propios hijos con éxito. Se preguntan si con ello se perpetúa el ciclo de violencia.
Un sueño deteriorado puede ser un factor importante para la transmisión intergeneracional del abuso. Los bebés de madres con depresión o TEPT (Trastorno de Estrés Postraumático) son más propensos a tener dificultades con el sueño, debido, posiblemente, a su exposición en el útero a las elevadas hormonas de estrés de sus madres (Field, Diego y Hernandez-Reif, 2006). Un reciente estudio encontró que para las mujeres con trastorno de estrés postraumático y un historial de abuso infantil, los problemas del sueño infantil y la depresión materna deterioraron el vínculo madre-hijo y aumentaron el riesgo de transmisión intergeneracional del trauma (Hairston et al., 2011). Pero hay una imagen diferente si la madre amamanta.
En Strathearn et al (2009), un estudio longitudinal de 15 años de duración con 7.223 díadas madre-lactante australianas, la lactancia materna redujo significativamente el riesgo de maltrato materno perpetrado. Las madres que no dieron el pecho fueron 2,6 veces más propensas a ser físicamente abusivas y descuidaron a sus hijos 3,8 veces más en comparación con las madres que amamantaron.
Los resultados de nuestro estudio de 2013 pueden ayudar a explicar por qué esto es así. En nuestra muestra de 6.410 nuevas madres, 994 mujeres manifestaron haber sido objeto de una agresión sexual previa. Como se predijo, la agresión sexual tuvo un efecto negativo y profundo sobre el sueño de las madres, su bienestar físico y su salud mental. El sueño de las mujeres abusadas sexualmente era pobre, estaban más cansadas, ansiosas y enojadas, y tenían más depresión. Pero cuando agregamos el método de alimentación a nuestros análisis, encontramos que la lactancia materna atenuó los efectos de la agresión sexual y reguló la respuesta al estrés. Este efecto se dio solo en mujeres que amamantaban de forma exclusiva (Kendall-Tackett, Cong, & Hale, 2013). En particular, la ira se redujo y esto podría explicar los descubrimientos de Strathearn citados anteriormente. Además, las tasas más bajas de depresión mejoraron la capacidad de respuesta materna, un factor protector.
También podemos examinar el impacto de la seguridad del apego madre-hijo y sus efectos sobre la salud a largo plazo. En un artículo escrito poco antes del final de sus vidas, los pioneros del apego Mary Ainsworth y John Bowlby señalaron que la capacidad de respuesta materna (o del cuidador) era clave para crear un apego seguro en los bebés. Ainsworth desarrolló la medida primaria del apego en los bebés: la situación extraña.
La situación extraña se ha utilizado en miles de estudios en todo el mundo. El apego seguro sobre esta medida es un gran predictor de la salud mental y física del niño. Y la capacidad de respuesta es la clave. Cuando no se responde a los bebés de manera consistente, desarrollan un apego inseguro, lo que tiene implicaciones a largo plazo para la salud, según un reciente estudio longitudinal de 32 años con 163 personas (Puig, Englund, Simpson y Collins, 2013). El estudio realizó un seguimiento de los participantes desde el nacimiento hasta los 32 años. Entre los 12 y 18 meses, se evaluaron mediante la Situación Extraña. A los 32 años, aquellos con apego inseguro tenían significativamente más enfermedades debidas a la inflamación que los que mostraron un apego seguro. Estos descubrimientos se deben probablemente a la activación crónica del sistema de respuesta inflamatoria en las personas con apego inseguro.
En resumen, los resultados de estos estudios demuestran que la lactancia materna tiene un papel mucho más importante en el mantenimiento de la salud física y mental de lo que creíamos anteriormente.
Debido a que la lactancia materna aumenta la capacidad de respuesta materna, hace que la experiencia cotidiana de la maternidad sea más tolerable y aumenta las posibilidades de que los bebés presenten un apego seguro. La lactancia materna es mucho más que un método de alimentación. Es una manera de cuidar a un bebé que le proporcionará una vida con buena salud y que ofrece a las madres una forma de conectar con sus bebés, incluso si ellas mismas no experimentaron ese tipo de atención.
A modo de resumen, la lactancia materna puede hacer que el mundo sea un lugar más feliz y saludable para cada madre y su bebé. Y no se trata solo de leche.
Publicado con permiso de su autora. Artículo original: Neuroscience Shows Breastfeeding Is Not Just Milk
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La doctora Kathleen Kendall-Tackett es psicóloga de la salud, consultora de lactancia IBCLC y propietaria y editora jefe de Praeclarus Press, una pequeña editorial especializada en salud de la mujer. Es redactora jefe de Clinical Lactation y Psychological Trauma, miembro de la Asociación Psicológica Americana de Salud y Psicología del Trauma, expresidenta de la División de Psicología del Trauma de la APA y miembro de la Junta para el Avance de la Psicología en el Interés Público. Es la autora de más de 400 artículos y 35 libros especializados en lactancia, depresión, trauma y psicología de la salud.
Documentos de Kathleen Kendall-Tackett publicados en Crianza Natural