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Publicado el miércoles, 25 de octubre de 2017. Revisado el miércoles, 25 de octubre de 2017.
Autor: Patricia López Izquierdo
Tiempo medio de lectura: 6 minutos y 53 segundos
Al menos la mitad de los profesionales sanitarios creen que la lactancia artificial es tan buena para los bebés como la lactancia natural. De los que creen que la lactancia materna es mejor que el biberón, un amplio porcentaje piensa que la diferencia entre ambas es pequeña y que, en la práctica, casi no es importante.
¿Por qué están equivocados?
Esencialmente porque la industria de la alimentación infantil lleva décadas haciendo muy bien su trabajo de tergiversar la evidencia y convencer a los implicados en la salud y la nutrición infantil de la idoneidad e inocuidad de sus productos. La industria se presenta como la gran benefactora de la infancia y las madres, porque sabe elaborar fórmulas nutritivas y seguras, “casi” tan buenas como la original y solo para aquellos bebés que “no pueden” ser amamantados
Lo cierto es que la inmensa mayoría de sus consumidores y clientes son bebés sanos, hijos de madres sanas que pueden, y casi siempre además quieren, amamantar. Pero que en cuanto introducen el primer biberón “por si acaso”, su lactancia ya queda pendiente de un hilo, y será cuestión de semanas, sino de días, que abandonen definitivamente la alimentación natural. La banca (la industria) siempre gana.
¿Qué puede hacerse al respecto?
Al fin y al cabo las madres deciden, ellas son libres de hacer lo que deseen, pecho o biberón, lo mismo da. Pero... ¿es realmente una decisión libre? ¿Acaso no está influida por el entorno, empezando por los sanitarios, que en su gran mayoría tratan con desdén, negligencia o ignorancia todo lo relativo al hecho de amamantar? Profesionales casi siempre predispuestos a pautar un biberón de una leche de confianza, con nombre y apellidos, de esas de los folletos llenos de siglas de innovadores componentes, hechas con “estudios contrastados” impresos en papel brillante y a todo color, que les presentó esa visitadora médica tan maja y tan competente. Productos fabricados por esas conocidas compañías, que están siempre dispuestas a sufragar congresos, a pagar material para el hospital y que suministran leche gratis para los bebés de las maternidades. Cómo no confiar más en ese producto con etiqueta, que en la capacidad de esas madres primerizas, inseguras, agotadas, llenas de hormonas y al borde de la depresión postparto. Si además es por su bien, para ahorrarles el sufrimiento, dolores, grietas, falta de sueño... “dale un biberón y déjate de líos”.
El conflicto está en que los profesionales deberían saber, desde mucho antes de empezar a ejercer, que dar el biberón es “meterse en un buen lío”. Deberían saber que su principal misión es proteger la salud de la población, especialmente la de los más vulnerables: bebés y madres. La lactancia es fisiología (que deberían conocer), aunque a veces se le asocian patologías (que también deberían conocer), pero lo que tiene en nuestro mundo actual son sobre todo obstáculos, tales como promover la separación de madres y bebés desde el nacimiento, alentar los horarios rígidos (a demanda pero no antes de dos horas), rechazar la lactancia en público (mejor tápate un poco, o busca un lugar discreto para hacerlo en la intimidad), desconfiar de la lactancia en general (a ver si tu leche no es buena) o imponer normas absurdas (no comas eso, tómate aquello, desteta si tienes que hacerte una prueba médica, etc). Sobre lactancia se da casi siempre información contradictoria basada en creencias, en mitos y en experiencias personales, pero no en Ciencia.
Conflicto de Interés. ¿Defender la Salud o mi propio beneficio?
Al igual que se ha dejado buena parte de la ciencia médica en manos de la industria farmacéutica y de sus intereses no altruistas, la ciencia de la nutrición infantil y de la lactancia materna está en manos de las industrias de las leches artificiales y los biberones. Pero con una significativa diferencia que empeora la situación en el caso de madres y niños: ellos son población sana, que siempre va a ver empeorar su salud con esos productos. Y, además, la industria no necesita para nada la lactancia original, les vendría mejor suprimirla totalmente, En cambio, la industria farmacéutica necesita que exista población sana y enfermedades que se puedan curar, o al menos tratar, para obtener beneficios.
Los que fabrican alimentos infantiles preferirían que nadie amamantara. De hecho, alrededor del 70% de los bebés del mundo hoy en día reciben leche artificial, en mayor o menor medida. La norma se invirtió hace muchas décadas y lo artificial, que debería ser la excepción, se convirtió en lo “normal”, con la más absoluta indiferencia (y hasta complacencia) de las autoridades y sanitarios en general.
La lactancia no recibe atención ni protección activa en el ámbito sanitario, porque los profesionales no creen que sea para tanto. Ignoran, sin más, los enormes perjuicios socioeconómicos y sanitarios que ocasiona la lactancia artificial. Porque todo lo que ganan los fabricantes (miles de millones) es lo que pierden las familias gastando elevadas sumas en productos extremadamente sobrevalorados y demasiado caros. Pero sobre todo lo perdemos como población, en el gran incremento de gastos sanitarios, en pérdida de salud, tanto de las madres y de los niños, como de la población adulta, que lleva décadas sin haber recibido ni experimentado un inicio natural de la vida.
El gran problema de los conflictos de interés es que casi todo el mundo se cree inmune a ellos, y los profesionales los tienen prácticamente incorporados a su estilo de vida. Lo “normal” es que la industria les pague los congresos, lo normal es que les lleven folletos y que tengan muestras de leche y de otras cosas peores en sus consultas, lo normal es que los carteles y el merchandising de sus marcas esté por todas partes, y sea ya casi invisible a fuerza de verse continuamente. “Es que a mi eso no me influye”, “yo no les hago caso”, “yo luego receto lo que me parece”...
“Yo estoy a favor de la lactancia materna”
Y lo peor es que muchos de los profesionales que efectivamente están comprometidos con defender y promover la lactancia materna no son inmunes a la influencia de la industria y de las marcas comerciales. Tienden a confiar en las empresas que comercializan productos para madres, como sacaleches, pezoneras, biberones o productos cosméticos como cremas o apósitos, creyendo, tal vez, que si no fabrican preparados para lactantes (la leche en polvo en sí) ya no persiguen un lucro económico y desean sinceramente que todas las madres amamanten sin interferencias y se les considera automáticamente honestas y libres de conflictos de interés.
Nada más lejos de la realidad. Ciertas marcas de sacaleches incumplen flagrantemente el Código, al utilizar publicidad engañosa que idealiza sus productos, afirmando sin ninguna prueba fehaciente que son igual que el pecho materno, que sus biberones no suponen ningún riesgo para la lactancia materna o que son perfectos para los bebés amamantados. Otro ejemplo son los probióticos específicos para lactancia, que se están haciendo muy populares en las consultas de matronas, como antes era recomendar cierta crema de lanolina para los pezones doloridos, sin que exista prueba científica alguna a cerca de su eficacia.
Así es que una gran mayoría de profesionales sanitarios se creen a ciegas todo lo que sus comerciales les cuentan y recomiendan sus productos sin tener datos reales de su eficacia o de sus posibles riesgos e inconvenientes (que los hay). Y, lo que es peor, aceptan el patrocinio de estas empresas para sus eventos y encuentros profesionales o de formación científica.
Para empezar a darle la vuelta a la situación y conseguir que ese 70% de lactancias artificiales se vea al menos reducido, se necesita un cambio social completo, incluyendo una reflexión profunda y una seria autocrítica acerca de los conflictos de interés en el ámbito sanitario. Si una empresa está dispuesta a pagar, aunque solo sea un café, es porque sabe que obtendrá un beneficio a cambio. Si queremos ser realmente independientes en nuestros criterios y actuar con total limpieza y honestidad, es imprescindible saber reconocer y sortear toda clase de conflicto de interés, también, o incluso especialmente, en todo lo relativo a la lactancia materna.
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Patricia López Izquierdo es veterinaria, IBCLC hasta 2021, asesora de lactancia y madre de 4 hijes.
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