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Publicado el lunes, 19 de marzo de 2018. Revisado el lunes, 19 de marzo de 2018.
Autor: Laura Markham
Tiempo medio de lectura: 5 minutos y 7 segundos
La habilidad más importante que los padres deben tener a la hora de hablar con sus hijos es escuchar. No responder, no enseñar, no dar lecciones, no arreglar cosas u ofrecer soluciones. No solo tus hijos no quieren eso de ti; además, se interpone en su camino para llegar a sus propias soluciones. Lo que tus hijos necesitan de ti es tu plena atención y empatía. Eso significa escuchar en profundidad. ¿Cómo puedes hacerlo?
1. Presta toda la atención
Es el momento de escuchar a tu hijo. Es un regalo para los dos. La lista de la compra y ese problema de la oficina pueden esperar. Tu hijo sabe cuando le estás escuchando. Puede que no lo demuestre, pero le rompe el corazón cuando finges y no lo haces. Apaga tu móvil. En serio. Recordará el resto de su vida que su padre apagó el móvil sólo para escucharle.
2. Reconoce y recoge sus sentimientos
Reconoce y recoge sus sentimientos, sin juicios ni sugerencias. "Seguro que estás enfadado con tu hermano" y "pareces preocupado por la excursión de hoy" son los abrelatas de una conversación, mientras que "debes esforzarte en llevarte bien con tu hermano" y "no seas bebé, claro que vas a ir a la excursión" son tapones para una una conversación.
3. Empatiza en lugar de sondear
"Dime cómo te sientes" no es empatía. La empatía refleja lo que ella ya te está mostrando. "Pareces triste esta mañana" o "Estás muy tranquila esta noche", seguido de una sonrisa cálida le animará a abrirse más que si le persigues a preguntas.
4. No pongas a tu hijo bajo el foco
Los niños suelen abrirse más cuando no les miramos directamente. Tu hijo puede sentirse más cómodo al hablar mientras estás conduciendo, fregando platos o caminando por la calle. A veces, cuando apagamos las luces por la noche, los niños nos vierten sus almas en la oscuridad.
5. Ayuda a tu hijo a procesar sus emociones empáticamente
La empatía es como un espejo que sostienes frente a tu hijo. Reconocer y aceptar lo que siente, incluso aquellas emociones más inquietantes, como los celos y la ira, le ayuda a aceptar sus propios sentimientos, algo que, a su vez, es lo que le permite resolverlos. La mayoría de las veces, cuando los niños (y los adultos) sienten que sus emociones son comprendidas y aceptadas, los sentimientos pierden carga y comienzan a disiparse. No tenemos que actuar sobre esos sentimientos, ni siquiera aceptarlos, simplemente reconocer su presencia.
Por su parte, los sentimientos reprimidos no se desvanecen como lo hacen los sentimientos reconocidos. Los sentimientos reprimidos están atrapados y buscan una salida. Debido a que no están bajo control consciente emergen sin moderación, cuando un niño en edad preescolar pega a su hermana, o un niño de siete años tiene pesadillas, o uno de once desarrolla un tic nervioso.
Aceptar y recoger sus sentimientos no significa que estés de acuerdo con ellos ni que los respaldes. Le estás mostrando que le comprendes, nada más y nada menos. Y si alguna vez te has sentido comprendido, sabes el gran regalo que eso supone.
6. Cierra la boca
Puede que tengas que taparte la boca. Hay momentos para enseñar, pero los niños aprenden más de escucharse hablar y de llegar a sus propias conclusiones. Si caes en la tentación de dar un discurso, tu hijo se cerrará. Si quieres que esté seguro de que le estás escuchando, usa sonidos cortos: "Mmmm... eh... ¡vaya!..."
7. No empieces a resolver el problema
La clave es esperar a que se le pase el disgusto para que pueda empezar a pensar en las posibles soluciones por sí mismo, no resolvérselo tú. Cuando exprese sus sentimientos sobre algo, querrá que le escuches y comprendas, no que empieces a saltar con soluciones. Eso significa que tendrás que gestionar tu propia ansiedad sobre el tema.
8. No intentes cambiar sus emociones o subirle el ánimo
Empatizar con un sentimiento negativo es la forma más rápida de que comience a disiparse, te lo prometo. Intentar disuadirlo sólo sirve para invalidar, y empuja a que el sentimiento negativo resurja más tarde. Eso no significa que haya que magnificar el sentimiento negativo o recrearse en él, sólo significa que se reconoce la sensación. Una vez que la sensación haya sido percibida, aceptada y tal vez expresada, se sentirá preparado para cambiar de escenario.
9. Gestiona tus propias emociones, a fin de que tu hijo sienta que es seguro conversar contigo
No lo tomes como algo personal. Respira. Abstráete, sobre todo, si empiezas a sentirte responsable ("¡podría haber evitado esto!") O aterrorizado ("¡No puedo creer que esto le esté sucediendo a mi hijo!"). Esto no va contigo ahora mismo, y tu malestar no ayudará. Puedes procesarlo más tarde. Recuérdate que esto también pasará, y que lo más importante ahora es ayudar a tu hijo a trabajar esos sentimientos difíciles y, posiblemente, llegar a un plan que le funcione.
10. Usa palabras que validen la experiencia de tu hijo
No hay mucho que decir; solo lo suficiente para crear seguridad. Usa expresiones como:
"¡Eso debe haber sido muy vergonzoso (molesto / frustrante / doloroso / angustiante)!"
«Eso también habría herido mis sentimientos»
«No es de extrañar que estés disgustado»
«¡Qué día tan terrible!»
"Siento mucho no haber estado allí para ayudarte"
11. Combina tu reacción con su estado de ánimo
Si la conversación es desanimada porque su equipo ha perdido un partido de fútbol, no merece que reacciones como si hubiera muerto alguien. Y a la inversa, las frases hechas como «es muy duro que te deje tu novio» probablemente encenderán la rabia histérica de tu hija de catorce años. La clave está en empatizar para que tu hija sepa que entiendes lo que está sintiendo, a la vez que le transmites sin palabras que con toda seguridad, esto también pasará y su vida será grata de nuevo.
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La Dra. Laura Markham es Psicóloga Clínica por la Universidad de Columbia y madre de dos hijos. Es la editora del portal AhaParenting.com y colaboradora habitual de otros sitios web sobre crianza.
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