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Qué aprendí con el Homeschooling o la educación en casa

Publicado el miércoles, 28 de agosto de 2019. Revisado el miércoles, 28 de agosto de 2019.
Autor: Peggy O’Mara
Tiempo medio de lectura: 10 minutos y 28 segundos

No fue hasta que leí el libro Summerhill: A Radical Approach to Childrearing mientras estudiaba en la universidad, que comencé a creer, por primera vez, que los niños, que las personas, pueden aprender todo el tiempo, sin coerción. De hecho, el aprendizaje autodirigido es el mejor aprendizaje de todos porque surge de las necesidades de un alumno en particular y sugiere que se puede confiar en los instintos y motivaciones internas del alumno.

Los niños pueden aprender sin coerción

Lo primero que aprendí con el homeschooling fue algo que ya había aprendido años antes de haber oído hablar del tema, algo que me preparó para poder educar en casa. Aprendí que los niños pueden aprender sin coacción.

Leí Summerhill en los años 60, en un momento en que mi generación se estaba planteando cuestiones relevantes sobre la sociedad, la autoridad y el potencial humano. Mi vida ha sido un ejemplo de esa investigación. Me matriculé en la universidad como estudiante de periodismo porque siempre me había encantado escribir y había sido editora del periódico del instituto. Pero en mi segundo año en la universidad, presté atención a los cuestionamientos de mi madre y de algunas otras personas: "Pero, ¿de qué vas a vivir?". Me cambié a educación secundaria y me convertí en profesora de inglés.

Pertenezco a la primera generación de mujeres que accedió masivamente al trabajo asalariado, por lo que se daba por sentado que me casaría, tendría hijos y trabajaría solo como un "respaldo". Y, entonces, como ahora, ser escritora o artista de cualquier tipo se desaconsejaba, considerándose algo poco fiable para ganarse la vida.

Cada persona tiene talentos únicos

A pesar de mi propia falta de confianza y de la disuasión de los demás, pasé a editar y publicar Mothering, una revista a nivel nacional, durante más de 30 años y, de hecho, me convertí en periodista y escritora, aunque siempre lo había sido.

Fue entonces cuando aprendí la segunda lección del homeschooling, una lección que se convirtió en uno de los pilares sobre los que asentaría mi fe en la educación en casa (aunque, por supuesto, no lo sabía en ese momento): cada persona tiene talentos únicos que se expresarán inevitablemente al margen de la adversidad.

Permitir a los hijos vivir sus veinte años

Cuando nació mi primer hijo, estaba tan extasiada que escribí un artículo titulado "En defensa de la maternidad". Esto fue en los años 70, en un momento en que las feministas estadounidenses comparaban a las madres con sirvientas domésticas y la maternidad era muy difamada.

Envié mi artículo a las revistas Redbook y New Age y finalmente fue aceptado por una publicación emergente, Mothering, fundada en 1976 en el sur de Colorado. En 1978 publicaron en Mothering mi artículo y un poema y, en un milagroso giro de acontecimientos, en 1980 pude comprar la revista a su fundadora, Addie Eavenson, sin pago inicial. Tenía 33 años cuando compré Mothering. Esto me lleva a la lección número 3 del homeschooling, y que no aprendí hasta que mis hijos fueron adultos: Permite que tus hijos vivan sus veinte años para que puedan encontrarse a sí mismos. Puede ser poco realista pedirles a los jóvenes de 18 años que decidan qué quieren ser en el futuro sin que hayan madurado. Recuerda este adagio: "Los grandes talentos florecen tarde".

Todos podemos ser maestros

Mis hijos nacieron en los años setenta y principios de los ochenta. Mi marido era maestro de primaria y hablamos con nuestros amigos sobre lo que haríamos cuando nuestros hijos llegaran a la edad escolar. Nos preocupamos porque las escuelas de nuestra zona eran deficientes. Incluso hoy en día, Nuevo México, donde todavía vivo, tiene la tasa de abandono escolar más alta del país. Fue cuando hablamos sobre construir nuestra propia escuela. Un día de 1977 recibimos por correo una publicación titulada Growing Without Schooling; nunca antes habíamos oído nada sobre homeschooling. Mi marido y yo nos sentimos inmediatamente atraídos por la idea de la educación en casa y nos gustó más que la de fundar una escuela. Después de todo, habíamos tenido a nuestros bebés en casa, y usábamos la atención sanitaria domiciliaria siempre que podíamos, por lo que era razonable considerar la educación en casa. Y, en cualquier caso, en realidad solo pretendíamos enseñar a nuestros propios hijos.

El “momento eureka” tras recibir aquel boletín informativo y saber que había un mundo alternativo en que los padres educaban en casa, me enseñó que todos podemos ser maestros. Claro que el hecho de que mi marido y yo hubiéramos dado clase en las aulas nos dio cierta confianza, pero la enseñanza supone tener un pensamiento claro, buena comunicación y habilidad para contar historias. Al igual que el liderazgo, es algo que surge de manera natural, algo que todos somos capaces de hacer, y donde los padres son especialmente diestros.

Eres lo que piensas que eres

Llamamos a nuestra escuela en casa Sandhill Day School después de haber visto migrar a las grullas desde casa, rellenamos los formularios requeridos por el estado para fundar una escuela (el homeschooling no estaba regulado aún) e incluso encargamos membretes con el nombre y dirección de nuestra escuela en la parte superior.

Nuestro lema, impreso en el membrete, era "Cada experiencia conlleva una lección", de la novela de ciencia ficción Dune. De la creación de una escuela para hacer homeschooling, ponerle nombre y hacerla realidad, sobre todo en un momento en que no se hablaba de la educación en casa, aprendí que eres lo que crees que eres. Vas a la escuela Sandhill Day School. Estás en tercer curso. Todo está bien.

Hay recursos para todo y la gente puede ayudarte

Una vez inaugurada nuestra escuela, como todos los padres homeschoolers, nos preocupamos por el plan de estudios. Queríamos que nuestros hijos aprendieran sobre muchas cosas diferentes, no solo aquellas que tradicionalmente se enseñan en las escuelas. Pero también queríamos asegurarnos de que mantuvieran el ritmo correspondiente a su curso de alguna manera, que el homeschooling no les perjudicara.

Como en aquel momento vivíamos en Santa Fe, capital del estado, pudimos acceder al plan de estudios estatal de las escuelas públicas y averiguar qué libros estaban usando las escuelas. También podíamos comprar esos libros en el depósito estatal y, un tiempo después, en una gran tienda de suministros escolares de Albuquerque.

Incluso en un momento en que no existían planes de estudio comerciales, como Oak Meadow ni la maravilla de Internet, pudimos acceder a lo necesario para educar en casa con confianza. Lo que aprendí con ello es que hay recursos para todo y que la gente puede ayudarte.

De uno en uno es de uno en uno

A medida que nos introducíamos en la esencia del homeschooling aprendimos algo que no esperábamos aprender. Nos preguntábamos cómo encajaríamos la jornada escolar en nuestra vida familiar, pero descubrimos pronto que en realidad solo eran necesarias dos horas al día.

En una clase donde hay muchos niños y muchos estilos de aprendizaje diferentes, puede llevar mucho tiempo enseñar algo a todos. En casa, o en una academia particular, el aprendizaje individual requiere mucho menos tiempo. De hecho, puede que no lleve casi tiempo. Lo que aprendí al hacer homeschooling es que realmente de uno en uno es de uno en uno. Una clase pequeña supone una gran diferencia.

No conviertas el homeschooling en una religión

En la década de 1980, durante mis primeros años como editora de la revista Mothering, nuestro tema número uno era la educación en casa. A todo el mundo le interesaba y nosotros lo estábamos protagonizando. Durante ese tiempo, publiqué muchos artículos de una madre de Nueva York que enseñaba a sus dos hijos. Cada uno de sus artículos era más fascinante que el anterior. Sus hijos eran increíbles. Tocaban el piano, sabían idiomas. Eran ejemplos vivientes de las maravillas del homeschooling.

Me encantaban sus artículos... hasta que empecé a odiarlos. Y la odiaba a ella y odiaba a sus hijos perfectos. Al igual que muchos de nosotros, había caído en la trampa de creer que mi magnífica idea de enseñar en casa convertiría en genios a todos mis hijos, que aprenderían muchas cosas increíbles e impresionantes, que el homeschooling en sí mismo revelaría el genio interior.

Bueno, lo cierto es que eso ocurre unas veces y otras no. El homeschooling no garantiza la genialidad más que cualquier otra cosa. La genialidad es una bonita casualidad. Lo que aprendí del homeschooling en este caso es que no has de convierlo en una religión. Y no pienses que si tus hijos no son súper niños, estás (o están) fallando en cuanto al aprendizaje en casa.

Acomodar los estilos de aprendizaje particulares de cada niño

Puede que no convirtiera el homeschooling exactamente en una religión, pero sí lo convertí en la panacea. Me sorprendí al descubrir que funcionaba mejor con algunos de mis hijos que con otros, o que al menos yo era mejor maestra para unos que para otros.

Mi hijo aprendió a leer mucho más tarde que mi hija y ahora sé que fue debido a que él era un aprendiz quinestésico y yo una profesora lingüística lógica. Al igual que muchos de nosotros, me culpabilizaba cuando las cosas en el homeschooling se complicaban. Lo que aprendí de ello es que el homeschooling funciona mejor cuando se acomoda a los estilos aprendizaje particulares de cada niño de la familia.

Puedes perder interés en el homeschooling

Descubrí que mis propios sentimientos hacia la educación en casa cambiaron con el tiempo. Al principio, estaba muy entusiasmada y organizada. Pero las cosas cambiaron. Mi hija mayor ingresó en la escuela privada en 8° curso y poco después mi hijo quiso ir a una escuela Waldorf. Casi al mismo tiempo, mi marido y yo nos divorciamos, y se nos complicó encontrar el tiempo necesario para el homeschooling. Temo que mis hijos más pequeños hayan sufrido a causa de esto. Aunque no lo admití en ese momento, aprendí que puedes perder interés en el homeschooling.

Siempre te culparás a ti misma de todo

También aprendí la gran carga de responsabilidad que podemos sentir como padres que enseñan en casa. Cuando llevas a tus hijos a la escuela es fácil librarse de esa responsabilidad, no porque no te importe, sino porque alguien más se está haciendo cargo.

Con el homeschooling no puedes abdicar de esa responsabilidad. Puedes sentir que todo tiene que ver contigo, que todo depende de ti y puedes sentirte culpable cuando las cosas no salen bien o cuando parece que tus hijos tienen lagunas en su educación que podías haber solventado. De esto aprendí que siempre te culparás por todo y que el homeschooling agudiza ese sentimiento.

Podemos confiar en nuestros niños y en nosotras mismas

Una de las cosas por las que me he culpado es por la educación de mi segundo hijo, que se vino abajo cuando su padre y yo nos divorciamos, o al menos eso pensé. Al igual que su hermano, es un aprendiz kinestésico y fue "tardío" en aprender a leer.

En el homeschooling, alentamos a los niños a usar ortografía inventada hasta que aprenden la ortografía real y creía que, debido a esto, había perjudicado la ortografía de mi hijo. Tenía la esperanza de proteger sus particulares talentos mediante el homeschooling, pero acabé sintiendo que lo había descuidado. Hace poco descubrí que estaba equivocada. Mi hija menor me dijo que mi hijo y ella se habían hecho una prueba de dislexia online y que él había obtenido un resultado del 90%. Ahora sé que el problema de aprendizaje de mi hijo pudo no haber sido tanto culpa mía como una predisposición suya, y que tal vez, al final, el homeschooling lo salvara del fracaso académico.

Mi experiencia con mi hijo me lleva de vuelta al principio, al hecho de que los niños aprenden sin coacción, que mi hijo aprendió lo que necesitaba aprender a su propio ritmo a pesar de mis defectos percibidos. Y nos recuerda que el aprendizaje se desarrolla independientemente de que lo ayudemos o nos interpongamos en su camino. Quizás la lección más importante del homeschooling sea simplemente que podemos confiar en la capacidad inherente de nuestros hijos y en que nosotras mismas somos capaces de lo mejor.


Sobre Peggy O’Mara
Peggy O’Mara es autora y editora de peggyomara.com. Desde 1980 a 2011 fue editora y directora de Mothering Magazine y en 1995 fundó Mothering.com. Es además autora de Having a Baby Naturally, Natural Family Living, The Way Back Home y A Quiet Place, y ha impartido talleres en Omega Institute, Esalen, La Leche League y Bioneers. Tiene cuatro hijos y dos nietos.

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