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Aversión a la lactancia materna

Publicado el martes, 10 de septiembre de 2019. Revisado el miércoles, 27 de mayo de 2020.
Autor: Tracy Cassels
Tiempo medio de lectura: 9 minutos y 36 segundos

Todas nosotras conocemos los habituales líos de tetas: la incorporación temprana al trabajo, frenillos no diagnosticados, sensibilidades, intolerancias o alergias alimentarias, intervenciones en el parto y/o falta de apoyo de la pareja y la familia. Sabemos cuánto pueden perjudicar todo esto a las mujeres que desean dar el pecho. Sin embargo, quiero hablar de aquello de lo que rara vez se habla pero que afecta a un número considerable de mujeres: las sensibilidades o aversiones psicológicas y físicas.

Para algunas mujeres, la experiencia de amamantar es horrible. No les supone alegría o felicidad, sino más bien dolor, ansiedad y estrés. Reconozco que, en lo que a esto respecta, he tenido la suerte de tener una experiencia de lactancia maravillosa: me encanta acurrucarme con mi hija y pocas veces me he sentido angustiada o demasiado sensible a sus pellizcos o jugueteos con mis pezones. Por tanto, la lactancia materna ha sido una experiencia increíblemente positiva para mí, lo cual me ha permitido seguir adelante. Pero no todas las mujeres sienten lo mismo y tenemos que empezar a hablar sobre ello.

Sensibilidad física

He recibido mensajes de madres que describen el acto de amamantar como tan físicamente incómodo que se sentían enfermas, que desearían salir de su cuerpo. Para estas mujeres, ese acto que a muchas de nosotras nos parece maravilloso (o que muchas de nosotras simplemente toleramos), es como una forma de tortura y, si has tenido un recién nacido al que alimentar varias veces al día, supongo que podrás imaginar lo difícil que les puede llegar a ser. En el caso de algunas mujeres puede tratarse de un problema de agarre al pezón, cosa a la que las madres lactantes deben prestar atención, pero que puede resultar muy aversivo físicamente. Un mal agarre puede no ser solo doloroso, sino directamente insoportable.

Cuando pienso en estas mujeres, no puedo olvidar que algunos de nuestros bebés son increíblemente sensibles a diversos estímulos, incluido el tacto. Mi hija es altamente sensible, pero no llega ni de lejos al nivel de algunos niños de familias que he conocido, que me han escrito correos o consultado. Algunos de estos niños apenas pueden soportar el tacto. Los bebés prematuros tienen la piel tan sensible que demasiado contacto causa que su corazón se ralentice y necesitan descansos del método canguro. Cuando les ocurre a nuestros hijos, lo aceptamos y nos esforzamos en asumir el hecho de que el tacto es extremadamente poderoso y que una experiencia de tacto negativa puede tener un impacto profundo en nuestras vidas. Pero, en algún momento, hemos decidido que las madres con tanta sensibilidad no merecen la misma compasión.

Nota: Muchas mujeres manifiestan sentir aversión o sensibilidad cuando amamantan durante el embarazo o en tándem con un recién nacido. Aunque estas sensibilidades son muy reales y pueden tener efectos negativos, no las he incluido en este documento porque no suelen ser un problema que impida la lactancia. Estas madres normalmente han tenido relaciones lactantes exitosas (de ahí que lleguen a la lactancia durante el embarazo o al tándem) y, aunque pueden necesitar apoyo o simplemente tener la certeza de que lo que les pasa es normal, es menos probable que abandonen la lactancia.

Sensibilidad psicológica

Algunas mujeres manifiestan una sensibilidad psicológica en lo que se refiere a sus pechos. Puede que no sea una sensibilidad física como lo es para las personas con problemas sensoriales en la lactancia, pero los resultados pueden ser similares y esas mujeres pueden sentirse enfermas, estresadas, ansiosas e incluso deprimidas. Aunque no siempre ocurre, este tipo de sensibilidad psicológica se da con frecuencia en mujeres que han sufrido abusos sexuales, y es que los efectos del abuso las incapacitan para gestionar la invasión y contacto que implica la lactancia materna.

Hay algunas cosas que debemos tener en cuenta cuando pensamos en una mujer que ha sufrido un trauma y que, como resultado del mismo, se opone a la lactancia materna (bueno, hay muchas cosas que debemos tener en cuenta en este caso, pero me centraré solo en algunas). En primer lugar, la mujer puede no admitir que esa sea su razón para no amamantar. Después de todo, ¿cuánto exponemos cualquiera de nosotros los traumas que hemos sufrido en nuestras vidas? Solemos mantenerlos muy escondidos, contándoselos solo a personas de mucha confianza con quienes nos sentimos cómodos. Entonces, si estás en público y una mujer dice que “ha decidido darle fórmula” o “no puede dar el pecho”, es probable que te esté diciendo exactamente eso, pero habrá un pequeño porcentaje de ellas que simplemente no tienen ganas de exponerse frente a personas que no conocen lo suficiente o que no saben de su historia y consiguiente trauma. (Quizás sería bueno que lo hicieran, ya que podrían callar a algunas personas entrometidas, pero ese es otro tema.)

En segundo lugar, muchas personas suponen que si una mujer puede tener relaciones sexuales ha debido “superar” cualquier trauma sexual que pueda haber sufrido. Por lo tanto, se supone que si una mujer está embarazada es muy probable que haya tenido relaciones sexuales (aunque no necesariamente, dadas las técnicas reproducción asistida). Sin embargo, al margen de la excepción mencionada (es decir, que puede no haber tenido relaciones sexuales), eso no es cierto. Muchas personas (hombres y mujeres) víctimas de abusos sexuales trabajan duro para conseguir tener intimidad con sus parejas, pero eso no se comenta fuera de la relación. Además, muchos pueden llegar a ser sexualmente activos con ciertas personas, pero sensaciones o estimulaciones concretas pueden evocar recuerdos del abuso y provocar una ansiedad incontrolable (al menos en ese preciso momento). Una de las cosas que resultan más difíciles para las personas que sufren cualquier trauma, pero concretamente para las que sufren estrés postraumático (circunstancia común entre las víctimas de abuso), es que existen muchos detalles que activan el trauma: olores, contactos, sonidos, etc. muy específicos. Para algunas mujeres, la lactancia materna puede ser un detonante incluso si el sexo no lo es.

En tercer lugar, y por último, si no se trata de abuso sexual, podemos tener la seguridad de que existe algún evento o serie de eventos que han provocado que la lactancia desencadene una aversión tan fuerte. Puede tratarse de otro tipo de violencia o incluso de un problema médico. Si tienes sentimientos negativos en torno a la lactancia durante las tomas y esos sentimientos desaparecen cuando pasa la subida de la leche, por favor, investiga sobre el Reflejo Disfórico de Eyección de Leche, una condición que causa que las mujeres experimenten emociones negativas justo antes de la eyección de la leche y que tiene tratamiento. No necesitamos saber qué es lo que ha provocado esa aversión y no necesitamos acosar a una persona al respecto. Nuestras vidas están formadas por millones de eventos, los cuales nos moldean de una manera u otra, algunos más que otros. Y algunos lo hacen de una forma tan negativa que tienen un impacto eterno. Por supuesto, esperamos que las personas encuentren a alguien con quien conversar y trabajar sobre estos eventos, pero no todas lo hacen, e incluso aquellas que, en un momento dado, puedan llegar a comprender los efectos de su pasado y ser capaces de superarlo, es posible que no lo hagan a tiempo de poder dar el pecho. El riesgo para estas mujeres no es solo revivir las experiencias que causaron el trauma, sean cuales fueran, sino que pueden caer en una depresión posparto, que no es saludable para ninguna mujer ni bebé. Debemos recordar esto cuando comencemos a cuestionar la validez de este tipo de aversión.

¿Qué se puede hacer?

Por desgracia, lo que se suele escuchar es que, sencillamente, las mamás deben “superarlo” para poder darle lo mejor a su bebé. Y esta es mi batalla: ¿Cómo podemos pedir a las mamás que se pongan en peligro (porque sí, los contactos negativos, flashbacks y demás SON peligrosos)? ¿Cómo podemos creer que eso es lo mejor para una familia? ¿Cómo podemos pensar que a un niño le conviene una madre que le dé el pecho estresada y resentida? Sabemos que los bebés captan las emociones de las madres perfectamente durante esta etapa, incluso a nivel fisiológico, ¿y queremos que los propios bebés experimenten este tipo de estrés?

He leído a algunas personas comentar que ellas mismas tenían este tipo de problemas y aun así han podido dar el pecho, por lo que todas deberían poder hacerlo. Espero que no haga falta explicar lo ridículo que es suponer que nuestros éxitos individuales son aplicables a todo el mundo. El por qué una mujer supera un problema en particular tiene mucho que ver con su entorno, su sistema de apoyo, su educación o su temperamento. Cuando pienso en mis propias experiencias como madre que lleva dando teta más de tres años y medio y sigue en ello, soy muy consciente de que la mayoría de las mujeres no han crecido viendo a dos hermanos tomar teta hasta los casi cuatro años, algo que para mí era tan normal, que cuando me quedé embarazada ni siquiera dudé un segundo de que mi hijo mamaría hasta que él decidiera dejarlo (cosa que todavía no ha hecho). Pero yo era la única en mi clase de lactancia prenatal (un lugar clave, con usuarias de matronería, principalmente) que tenía esa actitud. La única. No sé qué les habrá pasado a las otras del grupo, probablemente nada a la mayoría, pero no tengo ninguna autoridad para decirle a nadie que “supere” cualquier cosa, independientemente de mi propia situación. La única persona a la que le puedo decir que “lo supere” es a mí misma.

Entonces, ¿qué deben hacer estas madres? ¿Simplemente pasarse a la fórmula? Pues algunas tomarán esa decisión, pero espero que, a partir de la comprensión, podamos encontrar formas de ayudar a estas mamás si lo que quieren es dar el pecho. Algunas madres cuentan que las pezoneras ayudan a reducir la sensación y les facilita dar el pecho. Otras se decantan por leche donada en vez de fórmula. Sabiendo que no pueden gestionar la lactancia por ellas mismas, optan por la siguiente mejor opción: la leche materna de otra madre. En cuanto al resto de nosotras, podemos ofrecer empatía y luchar por encontrar alternativas a la fórmula. No sabemos cuál ha sido el camino de otra madre e incluso, si también hemos pasado por un trauma o daño, tenemos que tener claro que hemos sido unas privilegiadas al haber podido superarlo, porque todas no pueden “sanar” en la misma medida que nosotras. La empatía también consiste en ofrecer un oído para que alguien pueda hablar sobre sus experiencias, que también tiene poder terapéutico. Lo que tenemos que hacer es AYUDAR y, si quieres ayudar a que todos los bebés puedan beneficiarse del don de la leche materna, lucha porque la leche donada sea más accesible, a través de los bancos de leche y de las redes de intercambio particular. Céntrate en la educación sobre la lactancia materna y la leche materna y ayuda a que la fórmula sea realmente la tercera opción, válida para las madres que la desean, no para las madres que la necesitan. Eso es lo que podemos y debemos hacer por estas madres y bebés.


Sobre Tracy Cassels
Tracy Cassels es la autora principal de Evolutionary Parenting. Se licenció en Ciencias Cognitivas en la Universidad de Berkeley, California, ha realizado un master en Psicología Clínica en la Universidad de British Columbia y actualmente está trabajando en un Doctorado en Psicología del Desarrollo también en la Universidad de British Columbia, en el que está estudiando como ciertos factores evolutivos afectan al comportamiento empático de los niños.

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