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Edurne Estévez Bernal
Publicado el lunes, 11 de julio de 2016 en Genéricos
En plenas vacaciones escolares, que no en vacaciones familiares, los campamentos, colonias y casales están en todo su esplendor. Gracias a nuestro estupendo sistema actual de conciliación de la vida laboral y familiar (léase irónicamente), muchos padres y madres se ven semanas antes buscando una alternativa que les permita ocupar a sus hijos e hijas mientras se encuentran en su jornada laboral. Porque, además, no es cuestión de volver a “tirar” de abuelos, que bastante hacen durante todo el curso escolar. Sí, esta es la realidad de muchas familias, que, llegando el mes de mayo o incluso antes, ya empiezan a recorrer la oferta de actividades estivales en todas sus variantes: con pernocta, regresando a casa a dormir, con comida y regresando a casa a almorzar, con caballos, en inglés, articulados en torno a un deporte, de música, tecnológicos, basados en pedagogías varias, orientados a potenciar inteligencias múltiples... y así hasta el infinito.
Echando la vista atrás y recordando, cómo no, “aquellos maravillosos años”... ¿qué ha sido de los campamentos “normales”? ¿De los campamentos sin más? Aquellos en los que se junta un grupo de niños con sus respectivos monitores y, efectivamente, se acampa. Se acampa, aprendes acerca de las plantas que te rodean y sobre las costumbres de los animales que allí habitan. Donde hay veladas a la luz de una hoguera (¡controlada!) y juegos alumbrados por linternas. Donde hay historias inquietantes y sueños en un saco de dormir, frío al amanecer y turnos para hacer el desayuno. Es cierto que nuestro entorno ha cambiado, y mucho, pero ¿qué nos lleva a buscar tantos extras en unas jornadas o en unos campamentos? Quizás pueda ser simplemente la oferta, que cada vez es más diversa. Aunque hay quien piensa que muchos niños y niñas concentran su tiempo de ocio solamente en estos períodos, ya que el resto del año está realizando actividades extraescolares además de su jornada habitual... y estas colonias no son más que un reflejo de ese “que aproveche el tiempo”. Pero no podemos olvidar que el juego es algo serio y fundamental para nuestros hijos, y que también el tiempo no estructurado es vital para su desarrollo armónico.
En otros países, como en Reino Unido, se hacen descansos en la actividad escolar de manera más frecuente, por ejemplo interrumpiendo las clases durante dos semanas por cada cinco lectivas. Durante ese tiempo de asueto, los niños y niñas salen de vacaciones con sus familias o están en casa o en los llamados Play Centers, si es que sus padres y madres trabajan. Tal vez sea una buena manera de disminuir el cansancio del alumnado, e incluso de favorecer unos mejores resultados académicos, amén de distribuir el tiempo de ocio de una manera más equitativa. Sin embargo, esta alternativa, sin unas medidas parejas en cuanto a conciliación laboral y familiar, vuelve a poner la pelota en el tejado de los padres.
Cada vez es más frecuente ver, en diversos espacios, colonias y jornadas durante otras épocas vacacionales, como Semana Santa, Navidad o puentes varios. La oferta llega desde academias de inglés hasta asociaciones de vecinos, colegios públicos y privados, ayuntamientos y empresas varias. Tal vez podemos pararnos a pensar si en vacaciones realmente tienen vacaciones... o en ocasiones estamos únicamente alargando su calendario escolar.
Con todo, en algunas escuelas no hay tanta diferencia entre el tiempo lectivo y el tiempo de ocio, simplemente porque se han dado cuenta de que jugando se aprende más y mejor. Como en esta escuela alemana.
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