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Publicado el lunes, 21 de marzo de 2016 en Salud y nutrición
Cuando me asomé a la calle observé asombrada que Curro había cogido “prestada” la bici de una amiga y que estaba corriendo con la bici. Pero, si no sabe montar, ¿cómo ha aprendido solo? Tiene 11 años y nadie le ha enseñado a montar en bicicleta. Le hemos comprado una nueva y ahora no hay quien lo retenga en casa. Ayer me llamó su entrenador, asustado, y me dijo: ¡Curro está en el campo de fútbol (a unos dos km de casa) con una bicicleta! Sin darme cuenta se me había escapado de casa.
Curro, con síndrome de Down, siempre ha sido muy habilidoso físicamente. Le gusta el deporte (el fútbol es su pasión), ha jugado al balonmano, le atrae mucho el baloncesto y no para de bailar. Tiene mucho arte bailando reggaeton, hip hop y casi todo tipo de música.
Juega en un equipo de fútbol de alevines. Sus compañeros de equipo son también sus compañeros de clase. Son sus amigos, con los que cuenta para hacer travesuras y para apoyarle en sus dificultades. Con los que juega en el recreo y los que le invitan a los cumpleaños. Con los que convive en los campamentos de verano y en los encuentros deportivos de fuera de casa.
Vive el fútbol con pasión. Cada partido es para él un momento de nervios e ilusión. Le gusta quejarse al árbitro y pedir penalti. Siempre saluda al público cuando sale al campo, y llega a santiguarse y besar el césped imitando a un futbolista famoso. Al portero contrario le amenaza de que le va a meter un gol y, aunque nunca ha llegado a conseguirlo, corre con la ilusión de que algún día lo marcará.
En el club de fútbol se han desvivido para que Curro se integrara desde el primer momento y, en estos 6 años que lleva jugando, han colaborado al máximo para superar todas las dificultades y siempre lo han tratado como uno más. La prensa se ha hecho eco de esto, porque no hay más equipos con personas con capacidades funcionales diferentes, y le han dedicado recientemente un emotivo reportaje.
El ayuntamiento de Cullar Vega, el pueblo donde vivimos, ha premiado a Curro este año en el día de Andalucía, como persona importante del pueblo, reconociéndole su integración y superación a través del deporte. Curro ha conseguido ser un personaje muy querido en el pueblo. Todo el vecindario de Cullar Vega lo saluda al pasar por sus calles. Lo tratan con cariño y respeto, jamás hemos tenido ninguna mala mirada ni un mal gesto hacia él.
En el colegio, que es el mismo de sus hermanos, ubicado en el mismo pueblo, el profesorado y el alumnado lo adoran y tiene compañeros y compañeras fieles que lo defienden en cualquier adversidad.
Cuando nació recuerdo que solo estuve llorando un par de horas, el tiempo que pasé en rehabilitación después de una cesárea, un mal parto física y emocionalmente. En quirófano, cuando me enseñaron a mi bebé, fue cuando descubrí mirándole a la cara que tenía síndrome de Down. En seguida, me preocupé por si tenía alguna cardiopatía. Pero no contestaban en el quirófano. No sabían ni decían nada. Más tarde, en rehabilitación, solicité estar con mi bebé y decidieron, al ponerme tan pesada, que ya podía disfrutar de él. Ya no volví a llorar más. Ya solo iba a cuidar de mi bebé como cualquier madre. Haría todo lo posible para que mi hijo llevara una vida alegre y lo más normal posible.
La lactancia fue todo un placer con él. No hubo apenas dificultades, ya que tuvo un buen agarre desde el principio. Solamente durante los primeros días tenía que despertarlo para las tomas, porque solía dormir más de lo normal y yo no dejaba que pasara más de 2-3 horas entre toma y toma si no se despertaba. Tardé unos meses más de lo recomendado en poder introducirle la alimentación complementaria. Tenía problemas de masticación y deglución por lo que la comida había que triturarla y pasarla muy a conciencia. Estuvo mamando hasta los 18 meses, fecha en la que yo ya estaba embarazada de 6 meses de su hermano. Presupongo que decidió destetarse porque no tuvieron que agradarle los cambios que el embarazo habría provocado en la composición de la leche materna. En aquella época compartía la teta con su hermana de 4 años, así que experimenté el tritamden.
La crianza de mis hijos pequeños, que entre ellos se llevan muy poco tiempo, la recuerdo como una de las mejores etapas de mi vida. La maternidad me aportó tanto que envolvió toda mi vida. No me importaba dedicarles tantas horas a ellos, porque era enormemente satisfactorio. Pasábamos la mayoría del tiempo en la Asociación Síndrome de Down de Granada, donde le realizaban la estimulación temprana, el apoyo escolar, la logopedia y la piscina terapéutica.
Sin embargo, Curro no progresaba en la audición y el lenguaje. Tuvimos que recorrer un largo camino de consultas médicas e intervenciones quirúrgicas para que, después de 5 años, consiguiéramos que le pusieran unos audífonos. Había perdido un 75% de audición. Tenía entonces 9 años y todo cambió drásticamente. Comenzó a oír por fin y su lenguaje poco a poco fue progresando notablemente.
Ahora lleva una vida totalmente normal y es una persona feliz y alegre que está plenamente integrada a nivel personal, educativo y social. He intentado que su vida se base en los criterios de “normalidad”, y la única diferencia que puede tener con respecto a la crianza y educación que les he trasmitido a mis otros dos hijos es la intensidad. Curro lo hace todo más intenso. Las alegrías son vividas con más intensidad y pasión, y las dificultades también. Cada vez que consigue algo nuevo, como montar en bicicleta, es una gran fiesta y nos llena de satisfacción. Aprende más despacio, pero lo consigue. A nivel académico lleva un ritmo muy lento, pero ¡es que no le gusta estudiar! Prefiere, como casi todos los niños y niñas, jugar y divertirse.
Cada día me siento más orgullosa de él, como cualquier madre por sus hijos e hijas. Y, aunque a veces el día a día es complicado, porque esa intensidad que trasmite también precisa mucha dedicación y exigencia, es un amor tan profundo el que siento por él, que hace superar cualquier miedo o preocupación.
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