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Publicado el martes, 20 de marzo de 2018. Revisado el martes, 20 de marzo de 2018.
Autor: Laura Markham
Tiempo medio de lectura: 16 minutos y 53 segundos
"Rodeados de gente que importa, mirando las caras que amamos, contamos nuestros éxitos y compartimos nuestras cargas, reviviendo los dramas cotidianos de los autobuses perdidos y las rodillas peladas. La mesa es el lugar donde marcamos hitos, divulgamos sueños, enterramos hachas, hacemos negocios, damos gracias, planificamos vacaciones y contamos chistes, es donde los niños aprenden las lecciones que las familias enseñan: modales, cooperación, comunicación, autocontrol, valores. Seguir las normas. Sentarnos. Esperar turnos. Es donde nos construimos y festejamos. Es donde vivimos, entre mordiscos." - Doris Christopher
Probablemente has escuchado decir que cenar en familia es bueno para tus hijos, pero es posible que no seas consciente de que podría cambiarles la vida. La cena es el mejor predictor que tenemos sobre qué pasará en la adolescencia de los niños. Cuanto más comamos en familia, mejor desempeño académico tendrán nuestros niños, y menor probabilidad de involucrarse en asuntos de drogas o alcohol, sufrir depresión, considerar el suicidio o ser sexualmente activos durante la educación secundaria.
¿Por qué?
Sea cual sea la razón, la cena es una apuesta segura para construir en el hogar. Si estás demasiado ocupado como para cenar en familia regularmente, vale la pena revisar por qué, dada su importancia.
«¿Con qué regularidad?»
Los estudios demuestran que cuanta más frecuencia mejor, lo que significa que comer juntos dos veces es mucho mejor que ninguna vez, y que cuatro veces es mejor que dos. Obviamente, lo ideal es que ambos padres, cuando viven juntos, cenen con sus hijos todas las noches. Pero no vivimos en un mundo ideal y, por definición, ningún humano es un padre ideal. Así que hacemos lo que podemos, lo que a menudo significa que sólo un padre está presente en la mayoría de las cenas semanales. Eso da a los viernes, sábados y domingos un tono de celebración, cuando todos nos sentamos juntos a disfrutar de la comida.
«Yo ceno con los niños todas las noches, pero mi marido no puede llegar a tiempo. ¿Importa?»
A veces eso es lo mejor que una familia puede hacer durante la semana, y es funcional. Pero entonces es aún más importante que la familia pase tiempo junta durante los fines de semana. Hay algo mágico en la construcción de la identidad familiar cuando todos los miembros comparten la comida, al menos durante una parte del tiempo.
«¿Y si los niños no pueden venir a cenar por los horarios de sus actividades deportivas?»
No pasa nada por ausentarse una vez a la semana, pero si los horarios entran en conflicto de forma que la familia no puede sentarse a cenar al menos un par de veces a la semana, vale la pena echar mano de un poco de pensamiento creativo. ¿Se puede cambiar el horario para que todos cenen antes o después? ¿Puede un niño cambiar sus actividades para hacerlas después de la escuela en vez de por la noche? ¿Podéis reuniros al menos para comer algo de fruta o leche antes de ir a la cama, y así pasar un rato juntos por la noche?
«Cenamos juntos pero con la tele puesta. ¿Eso vale?»
¿Eso te hace sentir más conectado a tu familia? No tanto como conversar, sospecho, así que la respuesta corta es no. Es difícil lograr que la cena sea divertida y relajante cuando todos acusamos la presión y el cansancio, por lo que nos resulta más fácil encender la tele después de un largo día que interactuar con nuestros hijos. Pero cenar delante de la tele construye una relación con la pantalla, no entre las personas.
«Estoy tan destrozado al final del día que no tengo energía para hacer de la cena algo especial»
Después de los horarios de trabajo y deportivos, el agotamiento de los padres es el mayor obstáculo para las cenas familiares. El secreto está en minimizar el tiempo de preparación de la cena en favor de cuidarte a ti mismo y a tus hijos. Debe ser un momento para que toda la familia reconecte y se cargue de energía, no solo una obligación más para ti.
Perdemos una importante oportunidad para conectarnos si no damos relevancia a la cena, especialmente si trabajamos lejos de nuestros niños todo el día. Creo que la cena es importante porque supone un fundamento para la cultura familiar. Prefiero pensar en ella como una deseable tradición familiar y escatimar en otras cosas, si es necesario.
«¿Qué pasa con las salidas nocturnas?»
Mientras tus niños son pequeños, puede que desees sentarte a cenar con ellos los sábados por la noche antes de que llegue la niñera y salgas con tu pareja. Por supuesto, si cenas en familia la mayoría de las noches entre semana, no será necesario. Si no, considera esta primera parte de tu sábado noche como una cita con tus hijos.
«Ahora que mis hijos son mayores, ya no quieren cenar con nosotros el fin de semana»
De nuevo, si cenáis en familia la mayoría de las noches, puedes considerar la noche del sábado como una «noche de fiesta» individual. De lo contrario, tu familia necesita ese tiempo de conexión, ¡incluso si tus hijos preadolescentes y adolescentes no lo saben!.
Como es natural, a medida que tus hijos crezcan, serán ellos quienes tengan planes de noche. Pero si invitas a cenar a los amigos de tus hijos, te sorprenderá que a menudo estos preadolescentes y adolescentes disfrutan de una deliciosa cena gratis y casera (y que están dispuestos a participar en un debate interesante, si no los avergüenzas) antes de irse al cine o de fiesta. Puede parecer difícil de creer, pero los amigos de mis hijos comentan que les encanta estar en nuestra casa porque las conversaciones son siempre interesantes. Con algunas ideas en mente sobre de qué hablar y un poco de energía se puede conseguir una cena tan interesante que casi les quitará a los adolescentes las ganas de salir. (He dicho casi).
¿Cómo lograr que una cena sea tan enriquecedora que todos los miembros de la familia, incluso tú, la esperéis con interés? Aquí tienes 15 ideas para empezar.
1. Primero, relájate.
Si vuelves agotado del trabajo y tienes que poner la mesa deprisa, no tendrás recursos internos para hacer otra cosa que no sea sentarte. Pon algo saludable para picar como primer plato (zanahorias y hummus, queso y galletas), mientras te tomas diez minutos para descansar. Después estarás más relajado mientras cenas sentado en la mesa con esas personas que adoras.
2. Cultivar conscientemente el espacio sagrado.
No hay nada mágico en unos padres exhaustos, unos niños malhumorados y la comida para llevar. Pero, con un mínimo esfuerzo, podemos crear una fiesta familiar diaria, corta pero reparadora, que ofrezca refugio frente a los problemas y aflicciones de la vida cotidiana. Algunas familias encienden velas, que parecen crear una atmósfera especial. Otras pronuncian unas palabras, que pueden ser de naturaleza religiosa o no, pero que les reconecta con la gratitud por estar simplemente vivos y juntos.
Sin embargo, el componente más importante es mantener una actitud de celebración y cariño. Los padres tendrán que marcar el tono, dejando de lado cuestiones triviales como los modales en la mesa y centrándose en lo que realmente importa, que, por cierto, no es la comida.
3. La comida no es lo importante.
Estoy interesada en crear hábitos alimenticios saludables para mi familia, y no pasa un día sin que incorpore más verdura. Pero trato de recordar que lo importante de sentarse a cenar es conectar con los demás, no con lo que comemos. Nunca me fustigo con elaborar una gran cena cuando lo que importa es que cenemos. Hay por ahí un montón de opciones fáciles, sanas y apetecibles para los niños y mi consejo es comer sencillo y ahorrar energía para hacer de la cena un momento agradable, en lugar de cocinar una cena que te dejará aún más agotada después de un largo día.
¿Eres capaz de comer sencillo? Admiro a los chefs que hay por ahí, pero a menudo me salvan unos espaguetis con un tarro de salsa o una ensalada de bolsa (vale, se puede añadir un poco de pimiento y pepino), chili orgánico en paquete (acompañado de unas sanas tortas de maíz, es la combinación perfecta) o unos huevos revueltos con zanahorias crudas. Y por supuesto, están la pizza y la comida para llevar. La clave está en que una nutrición decente no requiere un largo tiempo de preparación y, en vez de estresarte con la comida, lo que realmente necesitas es conectar con tu familia.
4. Apaga la tele y la radio.
Algunas familias vencen la tentación de encender la tele durante la cena situándola donde no se alcance a ver desde la mesa. Muchas establecen la regla de no contestar al teléfono, incluso si mamá o papá reciben una importante llamada de trabajo, y apagan los móviles para no escucharlos. Protege de interrupciones ese tiempo especial con tu familia. Como dijo un presidente de los Estados Unidos en relación a la prioridad a cenar con sus hijas, el mundo seguirá ahí dentro de media hora, incluso si eres el presidente.
5. Establece rutinas y rituales divertidos.
Algunas familias se turnan para escoger la música de fondo o el postre. Algunas rotan sobre quien dice algunas palabras iniciales o elige el tema de conversación. En algunas familias, el martes es noche de pizza y el viernes es noche de juego familiar o el Sabbath judío. El hecho de crear una rutina refuerza el aspecto ritual y crea la sensación de hogar y de familia e, independientemente de las dificultades cotidianas, la vida es buena.
6. Usa bendiciones para crear un sentido de gratitud y conexión.
Para algunos padres, dar las gracias es una tradición consagrada que no pasarían por alto; para otros, resulta extraño y artificial.
A menudo escucho algo como «no creo en Dios, así que no bendigo la cena». Pero las bendiciones no son necesariamente religiosas. Para nosotros las bendiciones son: nuestra gratitud por poder sentarnos a comer mientras otros pasan hambre, querernos los unos a los otros, honrar a la persona que preparó la comida y a la generosa naturaleza que la produjo o nuestra consciencia de tener todo lo que necesitamos en este preciso momento. Las bendiciones no tienen por qué ser oraciones tradicionales a «Dios». Las bendiciones son una manera de reconocer el momento de la comida como un tiempo sagrado juntos, una manera de conectarnos en la delicadeza del amor compartido. Podéis cogeros de la mano mientras cada uno agradece una cosa. En el libro A Grateful Heart: Daily Blessings for the Evening Meal from Buddha to the Beatles de Meg J. Ryan se recogen todo tipo de bendiciones si necesitas un poco de inspiración.
7. Haz que la conversación sea agradable para todos...
...en lugar de consistir solo en adultos hablando de su trabajo. Algunas familias no ponen límites a la conversación sobre el trabajo, pero personalmente creo que los niños pueden aprender mucho escuchando a veces sobre las jornadas de sus padres y otras hablando de sus propios días. Normalmente, comenzamos con una ronda rápida de preguntas del tipo «¿Qué tal hoy en la escuela / trabajo?», lo que a menudo desemboca en un tema. Muchas familias lo formalizan con el método «rosa y espina», en que cada miembro de la familia comparte lo mejor y lo peor que le ha pasado en el día.
Después, se puede profundizar en algo que surgió en la ronda inicial («Alice ha dicho que tiene que elegir su proyecto de Ciencias, ¿Qué te planteas hacer?») o hablar sobre un futuro plan familiar, como qué hacer durante las vacaciones escolares de primavera. Pregunta a los niños qué opinan sobre los temas de que habláis, o pídeles su opinión sobre alguna decisión que tienes que tomar. Plantea problemas éticos que no sean sencillos de responder y pide a los distintos miembros de la familia que expresen cómo los abordarían y por qué. Comparte un poema que has descubierto hoy, o una decisión que debes tomar. Las bromas pueden ser divertidas, pero ten cuidado, porque el humor de los niños puede degenerar fácilmente en una cena que no disfrutarás.
8. ¿Pero de qué hablamos?
Escribe posibles ideas para comentar en tarjetas y ponlas en un cajón de la cocina. Así, si algunas noches estás demasiado cansado para pensar, todavía puedes procurar una conversación gratificante y revitalizante simplemente con sacar un tema. Algunas ideas:
9. Asegúrate de que todos participen.
A las familias que ya tengan la costumbre de conversar les será más fácil que a aquellas que van a empezar con niños mayores, pero no hay que darse por vencido. A menudo, los niños que no conversan pueden ser persuadidos para hacerlo si les preguntamos específicamente por sus intereses. «¿Por qué te gusta tanto el rap?» será más eficaz que «¿Qué tal en la escuela hoy?».
Los adolescentes más callados cuyas familias no han tenido la costumbre de conversar en la cena puede que requieran más esfuerzo. Prepárate para algún corte («lo más interesante sobre mí es lo cursi que puede llegar a ser mi familia») y mantén el sentido del humor; probablemente tu hijo acabe participando desde sus propios términos. Facilitar una conversación positiva puede ser un desafío para los padres, pero vale muchísimo la pena por la comunicación y cercanía que fomenta en la familia.
10. Escucha.
Michelle Trujillo dice en su libro Why Can't We Talk?: What Teens Would Share if Parents Would Listen que los preadolescentes y los adolescentes quieren hablar desesperadamente con sus padres sobre cosas que les preocupan, pero los padres no escuchan.
No des consejos a menos que te lo pidan y tus hijos estarán más dispuestos a hablar de sus problemas. Los niños suelen aprender a solucionar las cosas simplemente hablando. Tus hijos no siempre te dirán cosas cómodas de escuchar, pero trata de verlo desde su perspectiva. Muérdete la lengua o tápate la boca (literalmente, si eres como yo) si lo necesitas, de modo que no interrumpas y les escuches. Respira profundamente para mantener la calma. Si un tema parece inadecuado para la hora de cenar, da las gracias a la persona que lo planteó y pregunta si se puede hablar de ello después de cenar, en privado. Simplemente, recuerda la suerte que tienes de tener hijos dispuestos a hablar contigo y respira.
11. Asegura la mesa como un espacio de educación, feliz y seguro.
Aplaza temas desagradables. Si los niños empiezan a pelearse se les puede pedir que enumeren cinco cosas que les encanten del hermano con quien se están peleando. Si los adultos empiezan a quejarse de su día se les puede pedir que agreguen «y mi vida es bendecida» a la queja y una multa de un euro para comprar helado la noche del sábado. Si has tolerado un ambiente familiar donde se permite la burla, que parece ser lo normal en muchas familias con hijos adolescentes, proclama la mesa como un espacio seguro exento de comentarios dañinos contra los sentimientos de los demás. La clave está en que los padres ejerzan un liderazgo alegre, relajado y amoroso para que la contribución de todos sea valorada y nadie se sienta criticado.
12. Consensúa que por la noche cenaréis juntos y que perderse la cena es un problema.
La mayoría de las familias no pueden cenar juntas todas las noches. A veces un adulto está fuera de la ciudad o un niño tiene un evento escolar. Algunos padres tratan de mantener una noche como noche de cita para mantener vivo el vínculo entre ambos, y muchas familias tienen por costumbre juntarse con otros familiares para cenar el sábado o domingo por la noche. Pero se puede planear que ciertas noches todos los miembros estén en casa para la cena. Si es necesario, se puede empezar por una o dos noches a la semana. Incluso aquellos que están limitados por largos trayectos u horarios controvertidos pueden organizarse por una noche o dos, y esas noches se vuelven súper especiales para todos.
13. Juega con la comida.
O, por lo menos, juega con tu familia mientras estáis comiendo. Crear un ambiente de diversión y juego en la mesa es la mejor manera de que todos queramos pasar tiempo juntos y establece un tono maravilloso en casa. La risa es, sin duda, la mejor medicina después de un día agotador.
¿Cómo? Imitaos unos a otros. Habla en rima. Adivina qué forma tiene cada una de las patatas. Haz comentarios relacionados con la comida ("Estoy frito", "Hoy he sudado como un pollo"). Haz un concurso de chistes, donde todos tengan que contar un chiste en la mesa una vez a la semana, y crea un libro familiar de chistes.
14. Intenta que todos colaboren con la cena.
Una vez que los niños se acostumbran a la idea, el trabajo en grupo puede ser divertido y, por supuesto, es una gran experiencia de aprendizaje para ellos. Lo más importante es que cambia la dinámica de que un adulto (generalmente la mujer) sirve a todos los demás. Los adolescentes, especialmente, suelen disfrutar de poder decidir lo que la familia cena una noche a la semana. Aprender a cocinar es una buena práctica para el momento de su independencia. Obviamente no sucederá todas las noches, sobre todo si han tenido la tarde ocupada con deberes, pero quizá se pueda consensuar en familia que cada uno ayude con la cena una vez a la semana. Se puede empezar poniendo la mesa y sirviendo la comida todos juntos. En muchas familias sólo una persona asume la responsabilidad de cocinar; esa persona está exenta de recoger y fregar.
15. Celebra siempre que sea posible.
Celebra todos los cumpleaños, logros de cualquier tipo, cambios de estación, cumpleaños de personas famosas (¡qué gran oportunidad para hablar de por qué admiras a Gandhi o Harriet Tubman!). Siempre hay algo que celebrar. ¡Simplemente cada día que pasa en familia es digno de ser celebrado!
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La Dra. Laura Markham es Psicóloga Clínica por la Universidad de Columbia y madre de dos hijos. Es la editora del portal AhaParenting.com y colaboradora habitual de otros sitios web sobre crianza.
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