Disciplina respetuosa. Una lección en el supermercado

Lo podemos ver en la cola de la caja de cualquier supermercado. El hermano mayor empieza a chinchar a la hermana pequeña que le está pidiendo al padre por vigesimoséptima vez que, por favor, le compre esa chuchería. El padre se está poniendo de los nervios por momentos. Las otras personas de la cola empiezan a mirarles. Y entonces ocurre… el momento "padre en el supermercado fuera de sí". Generalmente sucede algo así: "¡YA ESTÁ BIEN! ¡Te he dicho cuarenta veces que no pegues a tu hermana! ¡Y para ti, la respuesta es NO! ¡No hay chuches!" Entonces, uno de los niños desaparece detrás del carrito. Uno o los dos empiezan a llorar. Y aunque las peleas y los quejidos han terminado nadie se siente demasiado bien con lo que ha pasado.

La disciplina es un tema que recibe mucha atención. Los "métodos" populares de disciplina hoy en día están todos enfocados en hacer desaparecer ciertos comportamientos para que podamos seguir adelante con nuestra vida. Suelen ser en general estrategias para solucionar temas de forma instantánea y que tienen muy poca base en la ciencia del desarrollo del niño. Y, aunque estos métodos pueden efectivamente conseguir parar el comportamiento, la pregunta que deberíamos formularnos es "¿a qué precio?". ¿Qué estamos dispuestos a jugarnos por ese momento de tranquilidad en el supermercado?

La ciencia contemporánea, incluyendo la neuroimagen y la neuroquímica, han confirmado, más allá de cualquier duda, que una vez que las necesidades físicas del niño se han cubierto, la influencia más importante en el desarrollo infantil radica en que el niño sienta que puede contar con sus padres para cuidar de él emocionalmente. Como parte de esto, el miedo universal de todos los niños es que sus padres los abandonen, física o emocionalmente.

¿Qué nos dice esto acerca de la forma en que deberíamos aplicar la disciplina a nuestros hijos?

Volvamos al supermercado y reconsideremos cual es nuestro objetivo real. Nuestro objetivo no es tal vez el más obvio (que los niños se calmen), sino, más bien, hacer que los hijos comprendan cómo nosotros los guiamos en la resolución del conflicto. Nuestro objetivo es que sus cerebros aprendan que hay una manera de recuperar el estado de calma. Nuestro objetivo es que ellos sepan mirarnos como su respuesta. Nuestro objetivo es que puedan confiar en nosotros para no perder la cabeza y mostrarles el camino a seguir. Con todo esto en mente, el coste de hacer que nuestros hijos se sientan "abandonados", ya sea mediante nuestra ira contra ellos o enviándolos lejos de nosotros para que se calman, se convierte en algo evidente.

Así que, la próxima vez que usted se encuentra al borde de un ataque de nervios en el supermercado, recuerde lo que es importante. Acuérdese de las mentes y almas impresionables que está ayudando a crecer. Encuentre su camino a respuestas firmes pero amables que definan límites claros de una manera empática. "Me parece que tienes algún problema para mantener tus manos tranquilas en estos momentos. A veces pasa, pero hay que parar. Yo te puedo ayudar. Ven, quédate a mi lado y vamos a ver si podemos contar cuántas personas hay en la cola de la caja." O bien, "Sé que realmente quieres ese chuche. Es difícil cuando te digo que no. Sé que tienes un poco de rabia ahora. Está bien y te entiendo." Y sí, las lágrimas pueden aparecer, la rabia puede estallar y que todo suponga mucho más trabajo. Pero si tenemos en cuenta lo que ha regalado a sus hijos en cuanto a su posibilidad de crecer de verdad, con mentes y almas que funcionen de la mejor manera posible, toda esta labor se vuelve extraordinariamente fácil.