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Ganas de gritar

Publicado el jueves, 27 de julio de 2017. Revisado el jueves, 27 de julio de 2017.
Autor: Laura Markham
Tiempo medio de lectura: 6 minutos

"Tu guía paso a paso es fantástica. Me encanta que me indiques qué decir exactamente en cada situación, pero lo más difícil es calmarme cuando mis chicos se vuelven locos y me sacan de mis casillas..." - Mollie

La parte más difícil de la crianza de los hijos es la regulación de nuestras propias emociones. Entonces, ¿qué pasa cuando tu hijo hace algo que te hace querer gritar? Tienes dos opciones:

A. Grita y luego siente remordimientos.

B. Cálmate y aguanta las ganas de gritar.

En otras palabras, puedes aumentar el malestar, o puedes tratar de mantener la calma para que todo se tranquilice.

Por supuesto, tendrías más opciones si reaccionaras antes de tener ganas de gritar. A menudo perdemos los nervios con nuestros hijos cuando no hemos fijado ningún límite y la situación se torna insoportable. Algunos padres se esfuerzan tanto por ser pacientes que se les va de las manos y, al final, explotan.

La clave es establecer límites antes de que te enfades. El momento de actuar es cuando empiezas a notar que te enfadas. Sin gritos. Interviniendo de una manera positiva para satisfacer las necesidades de todos y así evitar el comportamiento irritante. Pero, ¿qué pasa si a pesar de todo tu esfuerzo sucede algo que te lleva al límite?

  • Si es necesario, encárgate de que el niño esté a salvo de cualquier peligro. Y, por supuesto, atiéndelo si está llorando o herido. Pero no abras la boca si lo que quieres es gritar. Después te arrepentirías. Muérdete la lengua. Céntrate en asegurarte de que todo el mundo está a salvo.
  • No es una emergencia. Este es el momento crítico; tus hormonas reaccionan haciendo que tu cuerpo crea que es una emergencia. Sientes una necesidad urgente de actuar, probablemente castigando al niño. Repite conmigo: NO ES UNA EMERGENCIA.
  • Habla conscientemente en el tono más tranquilo que puedas. "Necesito calmarme, vuelvo en un minuto", y aléjate de tu hijo. (Si un niño ha sido agredido por otro, llévalo contigo para mantenerlo a salvo.)

    Tal vez te estés preguntando cómo va a aprender tu hijo a no hacer tales cosas si tú te muestras tan tranquila. La investigación ha demostrado que cuando nos enfadamos provocamos que nuestros hijos se crispen más y se bloquean sus capacidades cerebrales de aprendizaje. Los niños aprenden mejor cuando se les marca un límite desde la empatía para disminuir su malestar y, una vez calmados, se discute el problema a fin de resolverlo. En cambio, cuando actuamos como si fuera una emergencia, los niños pierden el control aún más.
  • Haz algo que te calme y desactiva tu ira. Respira profundamente al menos diez veces. Relaja tu vientre. Sacude las manos para aliviar la tensión. Mójate la cara. Mírate en el espejo y convéncete: "Soy una buena madre, todo va a ir bien. Pase lo que pase, puedo manejarlo".
  • Cambia tus pensamientos para que puedas cambiar tus sentimientos. Si estás pensando que tu hijo es un mocoso mimado que se convertirá en un matón, no puedes calmarte. La verdad es que tu hijo es una persona pequeña que tiene luchas internas y te las muestra con su comportamiento. Recuérdate: "Está actuando como un niño porque es un niño... Mi hijo necesita más mi amor cuando menos lo merece".
  • Una vez estés tranquila, regresa con tu hijo y fija cualquier límite que consideres con la mayor empatía que puedas. Eres el modelo de regulación emocional que tiene tu hijo. Esperemos que ahora puedas estar tranquila y conciliadora para ayudar a tu hijo a expresar las emociones que le llevaron a actuar así, para que puedas ayudarle a superar esos sentimientos. Si aún estás muy enfadada, puedes decir "Aún estoy enfadada. Sé que tú también lo estabas, pero no está bien portarse así. Hablaremos de esto dentro de un rato cuando estemos más tranquilos".

    La desventaja de esperar es que no puedes gestionar sus sentimientos mientras aún está en contacto con ellos influyendo en su comportamiento. Pero, por otro lado, si aún estás enfadada no puedes ser amable y cualquier cosa que digas puede empeorar las cosas. Así que espera a hacer el trabajo duro cuando realmente puedas conectar sin atacar.
  • Cuando los dos estéis tranquilos habla con él de lo sucedido. Tu primer objetivo es identificar las emociones que condujeron al comportamiento, para que puedas ayudar a tu hijo a procesarlas y gestionarlas. Así, no causarán mal comportamiento en el futuro. La clave de todo esto es empatizar con los sentimientos de tu hijo. Recuerda, las acciones deben ser limitadas, pero todos los sentimientos son permitidos: "Has pegado a tu hermano... Debes estar muy enfadado... Te enfadas mucho con tu hermano... Es difícil compartirme, lo sé... A veces no querrías tener hermano... Todo el mundo se siente así a veces... Sabes que nunca podría querer a nadie más de lo que te quiero a ti... Tienes un lugar especial en mi corazón solo para ti...".
  • Cuando estéis tranquilos y en plena conexión, enséñale. Tratad de imaginar cómo podría manejar tal situación en el futuro. "Sé que estabas muy enfadado, pero no te voy a dejar pegar a tu hermano... Sé lo que es perder los nervios... ¿Qué harías la próxima vez en lugar de pegar?... ¿Hablar? Sí. ¿Qué más?... ¿Crees que podrías llamarme para pedir ayuda?... ¿Patear el suelo? ¡Bien! Puedes hacerlo así".
  • La prevención es la mejor medicina. Si no tienes suficiente energía positiva, estás a merced de tus nervios. Un pequeño empujón de tu hijo de tres años, y te vas del buen camino de la crianza al mal camino. Solo puedes dar lo que tienes dentro, así que mantente positiva. Habla con una amiga de confianza sobre los retos de la maternidad. Apaga el ordenador y vete a la cama temprano. Encuentra momentos para reírte con tus hijos a diario. Trata de parar y disfrutar realmente de tu hijo, pese a todo el caos y el desorden.
  • Si fallas en el intento. ¿Qué pasa si te encuentras gritando antes de que te des cuenta? En el momento en que seas consciente, simplemente para. En mitad de la frase. Cállate. No te avergüences de ti misma; estás demostrando el tipo de autocontrol que quieres que aprenda tu hijo. Si haces esto cada vez, tarde o temprano podrás parar antes de empezar a gritar. Estarás en camino de convertirte en una madre que nunca grita. Y no perderás el control con tanta frecuencia. ¿Es fácil? No. ¿Es posible? Absolutamente. Estaré aquí animándote.

"Cuando mis hijos se vuelven locos e indisciplinados, uso un bonito y seguro parque infantil. Cuando terminan, salgo." - Erma Bombeck


Sobre Laura Markham
La Dra. Laura Markham es Psicóloga Clínica por la Universidad de Columbia y madre de dos hijos. Es la editora del portal AhaParenting.com y colaboradora habitual de otros sitios web sobre crianza.

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