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Publicado el miércoles, 19 de junio de 2013. Revisado el miércoles, 19 de junio de 2013.
Autor: Mireia Grossmann
Tiempo medio de lectura: 6 minutos y 41 segundos
Cuando hablamos del periné femenino, lo ubicamos allí abajo, la musculatura que tenemos entre las piernas... Popularmente tenemos la idea que el suelo pélvico es la musculatura de los esfínteres, la que apretamos cuando aguantamos la orina o intentamos retener un gas. Nada más lejos de la realidad.
El suelo pélvico es un potente entramado de músculos que tapizan el interior de la pelvis, y los esfínteres son una pequeñísima parte de ellos. Los esfínteres son, básicamente, la punta del iceberg del gran Suelo Pélvico.
Tendemos a imaginar el suelo pélvico como una hamaca, como un conjunto de músculos que cuelgan de la pelvis. Otra vez, nada más lejos de la realidad.
El suelo pélvico no cuelga allá abajo, aislado. El suelo pélvico forma parte de la esfera abdómino-pelviana y conforma la parte inferior de esa esfera. La esfera funciona como unidad; es como una burbuja elástica. Cuando presionamos una parte de ella, la otra se abomba. La presión desde arriba se expresa abajo. La contracción desde abajo, conduce la presión hacia arriba.
La parte superior de la esfera abdómino-pelviana es el diafragma, el músculo respiratorio. Las paredes las forman los abdominales y la columna vertebral, y la parte inferior es el suelo pélvico.
Diafragma, abdominales y suelo pélvico forman una unidad, trabajan en equipo. Los problemas de uno son los problemas de todos. Por eso, cuando trabajamos nuestro suelo pélvico, hablamos de reeducación abdómino-pelviana.
Entendiendo esto, veremos que los populares Kegels, el ejercicio de apretar como si aguantásemos la orina, tiene cosas muy interesantes, sin duda, pero nunca pueden ser la base del trabajo del suelo pélvico. Los esfínteres son los que ceden, pero no son necesariamente los que tienen el problema. Digamos que los esfínteres son "avasallados" porque la esfera abdómino-pelviana se ha desprogramado y no funciona como unidad.
La rehabilitación, mejora y tonificación del suelo pélvico se basa en la reeducación de la esfera abdómino-pelviana. Se basa en reeducar los abdominales, el diafragma y el suelo pélvico, para que vuelvan a trabajar en equipo y se protejan los unos a los otros. Hablaremos de la reeducación más adelante.
El suelo pélvico, como su nombre indica, es el suelo de la pelvis. Este sujeta, contiene y protege la vejiga, el útero y la vagina y el recto. Su relación es íntima. Los problemas del suelo pélvico se expresan en cualquiera de estas víceras.
Tenemos que dejar de pensar en que, si no se me escapa el pipí, todo está bien. Tenemos que ir más allá. El mundo del suelo pélvico es mucho más pofundo que el mundo de la orina.
Incontinencia:
No poder contener. Pérdida involuntaria. Acto contra la propia voluntad. Es importante darse cuenta de que incontinencia es falta de contención, ya sea de una gota, ya sea de un montón de gotas. La cantidad no es importante. Lo que importa es el hecho.
Incontinencia urinaria:
Otras incontinencias:
Infecciones de orina:
La vejiga tiene forma triangular, con el vértice hacia abajo, como un embudo. Su posición dentro de la pelvis se mantiene gracias a un grupo de ligamentos que la sujetan a los huesos y a las otras vísceras vecinas. La distensión de alguno de estos ligamentos, puede ocasionar un cambio en la posición de la vejiga. Podría inclinarse lateralmente, descolgándose, dando lugar a una especie de "piscinita", en donde se acumularía la orina, produciéndose la infección.
Las infecciones de orina, sobretodo si son frecuentes, son motivo de consulta al especialista de suelo pélvico.
Cándidas e infecciones:
La vagina es lo que se llama, en fisioterapia, una cavidad "virtual". En su estado habitual las paredes de la vagina se tocan entre ellas. La vagina solo debería abrirse en estados hormonales muy concretos (relación sexual, menstruación). En el interior de la vagina vive un bacilo amigo, el bacilo de Döderlein. Su función es de defensa. Nos protege de microorganismos patógenos externos. Como la vagina está cerrada, en su interior no hay oxígeno. Los bacilos de Döderlein viven en condiciones anaeróbicas, es decir, sin oxígeno. Si el suelo pélvico se debilita la vagina puede abrirse. Si se abre, entra oxígeno, y la población de bacilos de defensa disminuye. Las cándidas e infecciones son síntomas que el sistema de defensa de la zona está fallando. Es momento de tonificar el suelo pélvico.
Prolapsos:
Sin duda es el problema más desconocido.
El prolapso es el descenso de un órgano o una víscera. Por exceso de presión y/o por flacidez del tejido, los ligamentos se distienden y relajan, y la estructura que sujetan empieza a bajar, resbalando de su sitio. En el caso del suelo pélvico, tanto la vejiga como el útero o el recto pueden resbalar de su sitio original y descender por la vagina. En los casos más extremos el prolapso puede llegar al exterior.
El prolapso es el más silencioso, el más secreto. El gran problema es que es muy asintomático. Los síntomas acostumbran a aparecer cuando el prolapso ya está avanzado. Pesadez en el bajo vientre, sensación de tener algo dentro de la vagina o dolor en las relaciones sexuales son alguno de los síntomas de los prolapsos.
A favor nuestro juega el hecho que los prolapsos se establecen lentamente, la víscera va bajando poco a poco, siendo empujada por la presión intraabdominal diaria. Esto significa que con una detección precoz, es posible pararlo, y hasta recuperarlo. Solo es necesario mejorar la postura. De esta forma suprimiremos la presión y reforzaremos el tono muscular de base.
Estreñimiento:
Cuando defecamos, una parte de nuestro suelo pélvico se tensa hacia arriba, facilitando la salida de las heces. La debilidad o el mal funcionamiento conllevan que el músculo se distienda, acompañando al bolo fecal, en lugar de ser capaz de remontar el tejido. Esto dificulta mucho la correcta expulsión. Estreñimiento pertinaz, dificultad en la expulsión completa, fisuras, un suelo pélvico que muestre estos síntomas merece ser atendido.
Dolor en las relaciones sexuales:
A nivel puramente fisiológico, dolor significa tensión.
Un músculo tenso tiene un tacto de cuerda y pierde su elasticidad. Este músculo expresará dolor en las relaciones sexuales. Dolor al inicio de la penetración, dolor en la penetración profunda, dolor según la posición,... Todo habla de lo mismo, de tejidos tensos, de tensión.
Un parto, una episiotomía, una caída o un trabajo sedentario son vivencias que dejan huella, tanto en la pelvis como en los tejidos del periné. Los tejidos se tensan, se contracturan. Puede ser por un motivo físico (parto) o por un motivo emocional (una mala experiencia sexual). El resultado es que los tejidos se cierran en defensa, de una forma exagerada (vaginismo), o mantienen un estado de tensión constante y se convierten en dolorosas contracturas. La terapia manual es una buena forma de liberar al periné.
El suelo pélvico, el periné, no fracasa de repente. Los tejidos van cediendo, poco a poco; la presión del día a día los debilita tanto como un parto. Esperar a que se manifieste el problema es un error; es negar la realidad y dificultar la solución. Posponer es complicar. La prevención es la mejor solución.
© Fotografía: Espai de Salut ALÈ
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Ilustraciones: Laura de Castellet
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Mireia Grossmann es osteópata y fisioterapeuta especializada en reeducación abdómino-pelviana. La encontrarás en www.espaiale.cat.
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