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Publicado el viernes, 25 de noviembre de 2016. Revisado el lunes, 28 de noviembre de 2016.
Autor: Jesusa Ricoy Olariaga
Tiempo medio de lectura: 9 minutos y 6 segundos
El 25 de noviembre es el Día Mundial contra la Violencia Obstétrica. Desde Crianza Natural consideramos imprescindible dar visibilidad a este asunto, en esta ocasión, con una entrevista a Jesusa Ricoy Olariaga. Jesusa es madre de dos hijos y una hija, y desde 1994 reside en Londres, donde trabaja para el National Childbirth Trust como Antenatal Teacher (especialista en educación perinatal) aunque se define como matriactivista.
¿Qué es la Revolución de las Rosas?
Un movimiento global contra la violencia obstétrica.
¿Qué significa Violencia Obstétrica?
Hay varias definiciones para mí. La manera más simple de entenderla sería "ignorar el hecho de que la mujer es, en última instancia, quien decide sobre cómo, cuándo y dónde se debe desarrollar su parto, así como ignorar los derechos humanos fundamentales de ella y su bebé." La violencia es, por supuesto, faltar a su dignidad, integridad y capacidad de decisión sobre su/s cuerpos, e ir contra la voluntad de la persona. En definitiva es someter. Da igual a qué se la someta, da igual obligar a alguien a comer chocolate o a hacerle una limpieza bucal; ambas cosas son una tortura cuando no somos parte activa decidiendo.
¿Cuáles son las armas con las que puede contar una mujer para defenderse de esa violencia?
La responsabilidad de que alguien la trate de manera violenta no es de la mujer. Esto me recuerda cuando en asuntos sexistas y de problemas de género se nos dice que no salgamos a la calle o que no nos comportemos de cierta manera, como si ello fuera nuestra responsabilidad. Hay que tener claro que la violencia obstétrica es inaceptable, tanto para las mujeres y los bebés como para los profesionales que la ven o perciben en sus entornos de trabajo. Pero para asumir la autonomía que nos pertenece lo importante es tener información, elegir y articular de manera asertiva lo que queremos y necesitamos. Hace falta un cambio de cultura en el que se promueva la cooperación real entre profesionales y usuarias. Las usuarias tienen que ser conscientes de que son "usuarias", es decir, que utilizan un servicio público que está ahí para ofrecerles algo. Deben abandonar la mentalidad de sumisión a "la autoridad", lo que no necesariamente quiere decir ponerse en pie de guerra, pero sí responder o preguntar de manera adulta e informada. Es decir, no aceptar que se nos infantilice.
¿Qué podemos decirle a una mujer que no tiene más opciones (por no poder acudir a otro centro, etc)?
Que se informe antes y con tiempo. Que haga todo lo que pueda por su parto, porque es importante. Que sea firme con sus necesidades, y que no son caprichos. Que contacte con asociaciones, pida estadísticas y decida calibrando lo que a ella le vaya mejor. A veces estas decisiones pueden parecer mínimas, pero, por ejemplo, negociar para que una cesárea se realice durante el parto en lugar de ser programada ya es una diferencia. O elaborar un plan de parto en el que la embarazada pida ciertas cosas (luz baja, música, piel con piel, retraso en el corte de cordón, etc...) también cuenta. La decisión de la mujer como sujeto activo es esencial. Obviarla o negarla no solo es ilegal, sino para mi una forma de violencia.
¿Qué puede hacer una víctima de violencia obstétrica? ¿Existen grupos o profesionales de apoyo?
Primero ponerle nombre y aceptar las emociones como válidas. A menudo las mujeres se sienten confundidas o culpables por no poder admitir que su parto no fue maravilloso. Después, buscar ayuda. En España asociaciones como El Parto es Nuestro o Dona Llum están haciendo un gran trabajo en este sentido y, además, tenéis la suerte de contar con un grupo de psicólogas especializadas que trabajan en la Asociación de Psicología Perinatal, Hace tres años creé en España una copia de la red para la que trabajo con Sheila Kitzinger en Londres que se llama Escuchando con el Corazón y que, gracias a la ayuda de Susana Ferreiro, estamos volviendo a activar. Es un primer punto de apoyo para las víctimas en el que a menudo verbalizan por primera vez lo ocurrido. Nosotras solo escuchamos y en ocasiones les facilitamos información de las mencionadas asociaciones y/o profesionales.
¿Cómo puede colaborar el acompañante para evitar en lo posible la violencia obstétrica?
Estando del lado, emocionalmente hablando, de su mujer en todo momento. Preguntando tanto como sea necesario. Involucrándose en las visitas, clases y el plan de parto desde el principio. Entendiendo que quién decide es ella. Y, como digo a veces en mis clases, siendo un equipo y actuando como parte intelectual y vía de comunicación durante el parto para interrumpir o alterar lo menos posible la necesidad de desconexión de ella mejorando así el proceso fisiológico y hormonal necesario.
¿Es la violencia obstétrica algo exclusivo de los hospitales o se da también en otros medios? ¿Puede haber violencia obstétrica en un parto domiciliario?
La violencia no es necesariamente hospitalaria. Se puede dar en una citología y en un parto en casa, aunque es menos probable por dos razones: por el tipo de profesional que se dedica al parto en casa, que suele ser ya respetuoso en su trabajo, y por el hecho de que en la casa de la parturienta los invitados son los profesionales. De 500 llamadas a Birth Crisis (la red de apoyo para la que trabajó aquí en Reino Unido) solo 2 fueron de partos domiciliarios. En mis clases siempre reitero que lo que he aprendido en mi trabajo es que no se trata del nivel de intervención, o de cesáreas frente a partos vaginales, o de que sea en casa o en el hospital; se trata de la falta de decisión, respeto e información de la parturienta durante el proceso. No obstante, la violencia obstétrica se da con muchísima más frecuencia en hospitales porque se propicia por muchos otros factores, como las jerarquías, los protocolos, el acoso laboral, la iatrogenia y la patologización, masculinización e industrialización del parto fisiológico.
¿Cuáles pueden ser las razones de que haya un cierto "sometimiento" por parte de las mujeres en cuanto a la atención a sus embarazos, partos y pospartos?
Una falta de información, que también es responsabilidad de los profesionales de la salud, una promoción de la ignorancia en los medios de comunicación y un desarrollo económico muy rápido que en España dejó a tres generaciones de mujeres bastante desconectadas. Desde mi punto de vista, y dicho de manera muy resumida, las abuelas parieron en casa porque no había otra cosa y las madres fueron al hospital renunciando a la pobreza e ignorancia de sus madres, abrazando la tecnocracia como símbolo de progreso y negando cualquier fallo. Las nietas, por su parte, siguen abrazando ese modelo por imitación y sin más referencia, pese a tener la capacidad de información y decisión, porque las madres les pasaron esa aceptación. De esto último trata el documental en el que estoy trabajando y cuyo teaser se presenta hoy (25 de noviembre de 2016).
¿Consideras que puede ir unido a la falta de denuncias por mala praxis o por mal trato?
Vuelvo a repetir que la responsabilidad de la violencia es de quien la ejerce y de la institución que la tolera. Pero las denuncias hacen que la violencia no se normalice y ayudan a mejorar el futuro de otras usuarias y profesionales.
¿Es la sociedad en general consciente de que la violencia obstétrica existe?
En general no y, de hecho, hay mucha gente que se escandaliza por el término. Pero por otra parte es un tema que ya lleva tiempo siendo discutido entre profesionales. La Revolución de las Rosas cuenta con el apoyo internacional de muchas matronas, obstetras y abogadas.
¿Ha habido cambios respecto a esa consciencia, e incluso en cuanto a la propia violencia obstétrica, de unos años a esta parte?
Bueno, se van viendo pequeños frutos de un trabajo muy duro por parte de asociaciones, profesionales y activistas. Algo así como que hablar de este tema empieza a ser normal, lo que ya me parece un logro. Hace años, en la generación de aquellas que parieron en los 70, la violencia obstétrica se asumió, en general, por machismo y sumisión ante la figura del médico. Pero nunca es tarde para comprender y rechazar que se nos ha maltratado. Hay abuelas que nos contactan porque han leído algún artículo, recapacitan y de pronto se dan cuenta de que les cortaron sin necesidad, o no les deron explicaciones, o las sedaron, etc...
¿Cómo ves el tema en un futuro?
En un futuro espero que nos horroricemos todos juntos del trato que recibieron muchas mujeres, que nos parezca impensable y, por supuesto, que a mi hija nadie la pueda tratar de semejante manera. ¡Pero es que ese futuro debería ser presente!
¿Cómo está España en este tema respecto a otros países del entorno?
Pues depende de cómo se mire. Acabo de volver de una conferencia en Asturias en la que me quedé perpleja al escuchar las estadísticas sobre las pocas matronas que hay en algunas regiones y el hecho de que aún sean los obstetras quienes atiendan partos fisiológicos, cosa que ya sabemos de sobra que incrementa la incidencia de intervenciones innecesarias. Para mí los problemas más urgentes serían la falta de un colegio de matronas, la falta de opciones de analgesia como por ejemplo el gas nitroso, tan frecuente donde yo vivo, y una mayor contundencia en la eliminación de prácticas terribles, como la maniobra de Kristeller (presión sobre el útero) y las episiotomías innecesarias. Pero, por otra parte, España cuenta con un Observatorio de Violencia Obstétrica desde el que se han impulsado otros en Europa y Sudamérica. De todas formas, yo veo una relación muy directa entre países en los que la presencia de la religión y el machismo son muy fuertes y la violencia obstétrica. Italia, Grecia, Irlanda del Norte y España tienen problemas parecidos. Y son países en los que hay opiniones de profesionales al mando que caducaron científicamente hace 25 años. Pero, por suerte, también en esos países y como respuesta se dan movimientos muy fuertes de matronas y madres, así como de obstetras que entienden la importancia de que el parto fisiológico sea de la matrona, que luchan por fomentar las opciones y el cambio. ¡Con eso nos tenemos que quedar y no olvidarnos de que existen, porque, aunque meten menos ruido que quienes se oponen a nuestra libertad, existen!
Teaser de Desconocidas Gigantes/Unknown Giants
Más información en el blog de Escuchando con el Corazón y en la web de la Revolución de las Rosas.
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Jesusa Ricoy Olariaga es madre de dos hijos y una hija. Reside en Londres desde 1994, donde trabaja para el National Childbirth Trust como Antenatal Teacher (especialista en educación perinatal), pero se define como matriactivista. El resto de su tiempo, lo dedica con pasión y compromiso a la Revolución de las Rosas y al Observatorio de Violencia Obstétrica en España. También puedes consultar su página personal.
Documentos de Jesusa Ricoy Olariaga publicados en Crianza Natural